Reflexiones sobre el anonimato (una necesidad lamentable)

¿Cómo se sienten acerca del anonimato? Para mí es muy estresante, y no es el tipo de estrés con el que sacrificamos el presente para una paz futura. Cualquier esfuerzo en la dirección del anonimato parece encontrar una fuerza igual y en sentido contrario – quizás más newtoniana que gubernamental – que nos pone de golpe en el mismo sitio, con los cachetes al aire, y que confirma nuestra ineludible condición tanto en la economía como en la vida: queremos ser.


Uno no puede “querer ser” y “querer no ser” al mismo tiempo, como no puede tener derecho de propiedad sin tener una identidad, ni una identidad sin derecho de propiedad. No es difícil imaginar cómo la búsqueda de la muerte puede acabar consiguiéndonos la “vida eterna”; lo mismo pasa con el anonimato y las posesiones. Incluso si fueras un ente incorpóreo, te dedicarías a satisfacer tus necesidades, y tarde o temprano la sociedad te sacaría un perfil real como Google te saca una huella digital.

Es una pena que haya tantos pensadores peleados con la naturaleza pública de Bitcoin y tratando de resolverlo como si fuera un fallo de diseño (véase ‘Zerocoin’). La idea de que el “libro de contabilidad” de Bitcoin, la cadena de bloques, se encuentra accesible para todos es una auténtica belleza, compatible con la naturaleza humana y nuestro pasado ancestral a más no poder – lo que probablemente explica el éxito evolutivo del invento.

Los seres humanos no son buenos a “ser individuos”; a lo que somos buenos es a crear personajes que se autoengañan de mil cosas, incluida la “individualidad”, y a darnos de bruces contra la realidad. En nuestro pasado tribal distante nadie era un extraño. Incluso habiendo algunos abusadores y gobernantes, como los que ahora abundan, nadie podía sobrevivir en soledad; y las bandas se mantenían lo suficientemente pequeñas para que la supervivencia fuera estable, e incluso hubiera considerablemente más tiempo para el recreo del que hay en nuestra sociedad moderna. Todos se conocían y sabían de las propiedades y adquisiciones de todos. El concepto de “yo” se confundía con el de los demás en tanto que nuestra pertenencia a la tribu era una necesidad tan apremiante como la de sentirse bien en la piel propia.

bosquímanos
Así que el registro de las actividades económicas ha sido durante miles de años una actividad común, resultado del interés que naturalmente todo miembro de la tribu tiene en la administración racional de unos recursos escasos – como pasa con Bitcoin. Una moneda fuerte y deflacionaria es a una sociedad avanzada lo que un pozo de agua era a los San o bosquimanos del desierto de Namibia (una de las sociedades más representativas de nuestro pasado evolutivo), y el conocimiento por todos de los movimientos de ese dinero es una garantía de gestión como nunca ha habido en la historia desde que la civilización ha estado lastrada por la violencia interna, los gobiernos y sus monedas.

¿Podría una moneda fiduciaria surgir en una tribu o comunidad pequeña y autosuficiente como los San? Por supuesto que no.

En el mundo Bitcoin del futuro, un préstamo, digamos, no sólo tendrá que estar avalado por los mismos factores racionales y objetivos que ahora, sino también por una circulación monetaria de confianza. Por poner un ejemplo obvio, si usted se dedica a derrochar o perder bitcoins, es precisamente su falta de anonimato lo que nos beneficia, al marcarle como un mal agente económico, del mismo modo que los San no le darían la custodia de un pozo a un derrochador de agua.

La necesidad de anonimato – no de privacidad – es una aberración, que surge como respuesta a la aberración que suponen las autoridades irracionales y el deficiente desarrollo moral de una sociedad compleja. El destino de la humanidad civilizada y global será el de organizarse racionalmente y con consciencia de grupo como hicieron estos ancestros (los cazadores-recolectores siguen siendo la adaptación más exitosa de la humanidad, a pesar de su falta de desarrollo tecnológico) o no será. Bitcoin no es sólo un mecanismo para esto, sino que su valor mismo e integridad dependen de esto.

En un internet futuro, con su protocolo IPv6 y su inmenso rango de direcciones, el anonimato será todavía un mayor incordio. ¿Para qué molestarse en cambiar y distribuir direcciones IP cuando hay de sobra? ¿Para qué hacerlo encima cuando surgen incontables beneficios económicos al asignar direcciones IP unívocas a todo tipo de dispositivos conectados?

Una última reflexión – quizás la más importante. ¿Por qué a nadie parece ocurrírsele que los gobernantes corren peor suerte que los gobernados en sus intentos de identificar a los usuarios de Bitcoin? El guiño que le hace la fundación Bitcoin a los reguladores sirve precisamente para que acepten la criptomoneda, tentados por su naturaleza pública, y ellos mismos acaben presa de una auditoría que cualquiera puede hacer desde su computadora personal. Esto pasa porque estamos demasiado acostumbrados a no universalizar todos esos juicios morales que son universales y a vernos como eterno rebaño: si “está mal usar bitcoins para beneficio propio”, entonces está mal usar bitcoins para beneficio propio, ¿no?

Exactamente lo que significa este “beneficio propio”, lo que significa la democracia, la inflación, los impuestos, el “estado de bienestar”… todo esto quedará muy claro cuando los gobernantes y sus morales falsas sucumban, junto con los demás, a la falta de anonimato que proporciona Bitcoin y una red que evoluciona como sólo las redes pueden evolucionar y afianzarse en la naturaleza: sin anonimato.

nota orignial

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