Costanera: Comunicación de la Esperanza
Comunicación de la esperanza: un desafío al destino
No hay opresión sin resistencia y la comunicación debe elegir un lado: o está al servicio de la reproducción de las condiciones de dominación o con quienes eligen romper con lo impuesto, embarcarse en un camino de liberación individual, grupal y social.
Comunicación de la esperanza implica situarse en una sociedad concreta, con sujetos concretos y operar desde ese lugar para registrar procesos de salud e identidad que signifiquen una ruptura con las metas socialmente disponibles para los oprimidos.
Pero no es una esperanza ingenua, infantil, desligada de la realidad. Es comprender las contradicciones con las que se desarrolla la historia y proponerse ser parte de esas corrientes emancipadoras, asumiendo un papel protagónico reflejando la práctica de los sectores que resisten, pero que también proyectan.
La esperanza está en analizar al sujeto en su contexto, en sus necesidades insatisfechas y comprender su lucha contra lo impuesto que viene desde afuera y se internaliza. En ese camino, de reforzamiento identitario, donde el sujeto quiere ser lo que es y no lo que le imponen, es donde la comunicación opera como un mecanismo de reforzamiento de los aspectos más saludables, sin negar las contradicciones vigentes.
En donde los medios hegemónicos legitiman un sistema que permite que minorías dueñas de los todos (medios de producción material y simbólica, de las posibilidades de los demás a elegir, de mandar desde la oscuridad) oprima a una mayoría los medios alternativos, populares, intentamos construir ideas contrarias, ajustadas a la realidad, que permitan comprenderla y a partir de allí transformarla. Esos medios operan generando prejuicios, estereotipos, simplificaciones, desesperanzas, individualismo, aislamiento, desconfianza. Así construyen un consenso. Pero también a través de otros mecanismos.
En la naturalización de la pobreza, reflejamos sus profundas causas sociales que le generan, la mantienen, la reproducen. En la generalización de lo particular, exponemos las tensiones, las otras posibilidades, el todo que incluye los aspectos múltiples y concretos de la realidad. En donde eternizan lo histórico, retomamos el pasado, desempolvamos la memoria, rechazamos el manto del olvido. En donde fragmentan la realidad, reflejamos la multideterminación de aspectos que se repiten en la generación de desigualdad y discriminación, en esas causas que igualan la miseria pero que al mismo tiempo son herramientas para reforzar una conciencia crítica capaz de remover los cimientos de las ideas conservadoras y negadoras.
Si la desesperanza es el inmovilismo, la negación de la posibilidad de cambio, la repetición infinita de destinos, la esperanza representa todo lo contrario: la transformación es posible porque es necesaria. Y se hará realidad sólo a través del protagonismo de los oprimidos.
Pero esa posibilidad dependerá de que los propios sujetos que sufren las consecuencias brutales sean protagonistas de su liberación. Y que en esa ruta se encuentren con otros y otras, encontrando que es la única y la mejor posibilidad que existe para poder cambiar radicalmente su realidad.
Por eso, decimos que la comunicación de la esperanza es un proyecto que intenta aportar, desde su especificidad, a develar los mecanismos de opresión vigentes en la sociedad, a la construcción de una nueva subjetividad, a la reivindicación de la identidad de los sectores populares, a reafirmar el protagonismo de los oprimidos en la historia; su objetivo es que los sectores dominados asuman una postura crítica y activa ante el mundo, transformándose en actores principales de su propio destino y que, a través de la praxis social, actúen para transformarlo.
nota original
No hay opresión sin resistencia y la comunicación debe elegir un lado: o está al servicio de la reproducción de las condiciones de dominación o con quienes eligen romper con lo impuesto, embarcarse en un camino de liberación individual, grupal y social.
Pero no es una esperanza ingenua, infantil, desligada de la realidad. Es comprender las contradicciones con las que se desarrolla la historia y proponerse ser parte de esas corrientes emancipadoras, asumiendo un papel protagónico reflejando la práctica de los sectores que resisten, pero que también proyectan.
La esperanza está en analizar al sujeto en su contexto, en sus necesidades insatisfechas y comprender su lucha contra lo impuesto que viene desde afuera y se internaliza. En ese camino, de reforzamiento identitario, donde el sujeto quiere ser lo que es y no lo que le imponen, es donde la comunicación opera como un mecanismo de reforzamiento de los aspectos más saludables, sin negar las contradicciones vigentes.
En donde los medios hegemónicos legitiman un sistema que permite que minorías dueñas de los todos (medios de producción material y simbólica, de las posibilidades de los demás a elegir, de mandar desde la oscuridad) oprima a una mayoría los medios alternativos, populares, intentamos construir ideas contrarias, ajustadas a la realidad, que permitan comprenderla y a partir de allí transformarla. Esos medios operan generando prejuicios, estereotipos, simplificaciones, desesperanzas, individualismo, aislamiento, desconfianza. Así construyen un consenso. Pero también a través de otros mecanismos.
En la naturalización de la pobreza, reflejamos sus profundas causas sociales que le generan, la mantienen, la reproducen. En la generalización de lo particular, exponemos las tensiones, las otras posibilidades, el todo que incluye los aspectos múltiples y concretos de la realidad. En donde eternizan lo histórico, retomamos el pasado, desempolvamos la memoria, rechazamos el manto del olvido. En donde fragmentan la realidad, reflejamos la multideterminación de aspectos que se repiten en la generación de desigualdad y discriminación, en esas causas que igualan la miseria pero que al mismo tiempo son herramientas para reforzar una conciencia crítica capaz de remover los cimientos de las ideas conservadoras y negadoras.
Si la desesperanza es el inmovilismo, la negación de la posibilidad de cambio, la repetición infinita de destinos, la esperanza representa todo lo contrario: la transformación es posible porque es necesaria. Y se hará realidad sólo a través del protagonismo de los oprimidos.
Pero esa posibilidad dependerá de que los propios sujetos que sufren las consecuencias brutales sean protagonistas de su liberación. Y que en esa ruta se encuentren con otros y otras, encontrando que es la única y la mejor posibilidad que existe para poder cambiar radicalmente su realidad.
Por eso, decimos que la comunicación de la esperanza es un proyecto que intenta aportar, desde su especificidad, a develar los mecanismos de opresión vigentes en la sociedad, a la construcción de una nueva subjetividad, a la reivindicación de la identidad de los sectores populares, a reafirmar el protagonismo de los oprimidos en la historia; su objetivo es que los sectores dominados asuman una postura crítica y activa ante el mundo, transformándose en actores principales de su propio destino y que, a través de la praxis social, actúen para transformarlo.
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