Los usos de la protesta #divisasweb #8N

Por Gustavo Oliva*
La capacidad de liderazgo
Algunos dirigentes políticos pretenden presentar la marcha de este 8-N (N de negatividad) como un hecho necesario para evitar un 7-D (democracia, diversidad). “Con un gran 8-N no hay 7-D”, circula por las redes sociales. Estos dirigentes que promueven la participación “espontánea” no irán a la marcha. ¿Por qué? ¿Será acaso una movilización con claro tinte desestabilizador? ¿Será por ello que verían dificultoso, en el futuro inmediato, presentarse como parte de la democracia?



Lejos ya de discutir la libertad de empresa y menos aún la de prensa, van sincerándose los negocios fraudulentos, las especulaciones económicas y se reconocen los vínculos de subordinación de esos dirigentes con los grupos de poder concentrados. Se sincera también su incapacidad de ser líderes políticos. No hay dudas de ello.

¿Pero qué es el liderazgo político? Lejos de identificarlo con teorías que lo presentan puramente como un atributo personal, lo considero propio de las relaciones sociales y sus tensiones, y en un sentido restringido del término: para el ejercicio de una influencia positiva en la sociedad. Ya desde la filosofía política antigua se hace referencia al líder como quien trabaja con otros y en pos de alcanzar la felicidad plena y el bien común de la sociedad. Desde la sociología, Max Weber hace hincapié en comprender el liderazgo como una relación social en la que distingue distintos tipos, pero en todas hay una aceptación y adhesión de los seguidores a la legitimidad construida. Por mi parte, diferencio también entre los gobernantes administradores y los líderes. Mientras los primeros obtienen resultados dirigiendo las actividades de los demás y sus metas son la “eficiencia y la eficacia”, los segundos, además, son estadistas con propósitos definidos e interpelan y convocan a los demás sujetos a hacerlos realidad para la transformación social.

Los liderazgos políticos fuertes como los de Mao, Fidel, Perón, Chávez, Lula o Kirchner proyectan la legitimidad que los sustenta hacia una resolución de la conflictividad social y tienen capacidades organizativas-instrumentales en tanto conducción de las masas, movimientos o partidos, para el anclaje y desarrollo de sus medidas políticas, ampliando aun más su legitimidad. Los líderes débiles no pueden o quedan a mitad de camino.

La conjunción de las virtudes del pensamiento abstracto científico de la política y su consecuente materialización determinará el éxito o no de sus acciones y su trascendencia en la historia de un pueblo. El liderazgo va más allá de un momento determinado, de una frontera geográfica, se crea y se recrea en la propia historia.

Hoy, nuestra Presidenta, consciente del rol que tiene su liderazgo, exporta un modelo político. Lo hace en la ONU y da cuenta de la experiencia argentina que durante los años ’90 ofició como conejillo de Indias de las políticas neoliberales. En 2003, Néstor Kirchner, en el mismo ámbito, sostuvo que Argentina necesitaba una oportunidad para crecer porque “los muertos no pueden pagar sus deudas”. Desde entonces se implementaron los programas de política social más importantes de Latinoamérica que posibilitaron un crecimiento por demás significativo.

Esa visión compartida con Néstor, esa proyección-acción, es lo que transfiere nuestra Presidenta en cada asamblea, en cada foro internacional, para no continuar repitiendo recetas del pensamiento dominante que inevitablemente traen como resultado más desigualdad y más pobreza. Grecia y España son un claro y triste ejemplo. Los espacios referenciados y sus integrantes tienen una temporalidad, por ello Cristina suma un nuevo desafío: poner en valor las ideas-acción en algunos importantes centros de formación política donde se debaten y construyen nuevas corrientes de pensamiento.

La importancia de tener una verdadera líder política como Cristina Fernández de Kirchner, y no sólo un gobernante administrador, se sustenta, por ejemplo, en ese tipo de acciones. Los líderes trascienden tiempos y fronteras y su acción política va más allá de los períodos constitucionales porque su impronta se eterniza a la luz del reconocimiento y el amor de su pueblo. Por eso, frente a esta líder, podrán existir tantos 8-N como tapas de Clarín. Siempre nos encontrarán acompañando y trabajando junto a Cristina, unidos, solidarios y organizados.

Por Roberto Follari*
Caceroleo y golpismo
No todos los caceroleros son golpistas, afortunadamente. Pero todos son usados por el golpismo. Veamos, si no, la estrategia planteada por Gene Sharp, estratega del “golpe de Estado blando” (estilo Paraguay u Honduras) y muy probable agente de la CIA. El define diversos “momentos”, crecientes en intensidad, de esa estrategia para voltear gobiernos democráticos. Transcribamos sus puntos principales, que cualquiera encuentra por Internet.

Primera etapa: ablandamiento (empleando la guerra de cuarta generación). Encabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento. Promoción de factores de malestar, como desabastecimiento, criminalidad, inseguridad, manipulación del dólar, paro patronal y otros. Denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y fractura de la unidad.

Como se ve, todo esto está practicándose en la Argentina, muy obviamente viabilizado por algunos grandes medios de comunicación.

Segunda etapa: deslegitimación. Manipulación de los prejuicios anticomunistas o antipopulistas. Impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos, libertades públicas.

Esto lo vemos diariamente en frases como “vamos a ser como Cuba” o “como Venezuela”, y en cómo se declara con total libertad que estaríamos en una supuesta situación de falta de libertad.

Tercera etapa: calentamiento de la calle. Generación de todo tipo de protestas, exponenciando fallas y errores gubernamentales. Organización de manifestaciones, trancas y tomas de instituciones públicas que radicalicen la confrontación.

Cuarta etapa: combinación de diversas formas de lucha. Desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima de ingobernabilidad. Impulso de rumores entre fuerzas militares y tratar de desmoralizar los organismos de seguridad.

Quinta etapa: fractura institucional. Sobre la base de las acciones callejeras, tomas de instituciones y pronunciamientos militares, se obliga a la renuncia del presidente. En caso de fracasos, se mantiene la presión en la calle y se migra hacia la resistencia armada. Preparación del terreno para una intervención militar o el desa-rrollo de una guerra civil prolongada.

Nada menos que a todo esto se está empujando al país. Y se lo hace bajo lo que León Gieco llamó “la pobre inocencia de la gente”. Porque es cierto que algunos que cacerolean estarán dispuestos a estos niveles de ataque, a liquidar las instituciones y llegar a enormes enfrentamientos en nombre de tirar abajo como sea al gobierno actual; pero ciertamente habrá una mayoría que no. La mayoría es inconsciente de que están siendo llevados por expertos en guerra psicológica a hacer exactamente lo que allá en el Norte los estrategas quieren que ellos hagan.

No se puede convencer de los logros del Gobierno a quienes no pueden verlos por prejuicios ideológicos. Por más que se muestre un presupuesto educativo multiplicado casi por tres, la entrega de computadoras para todos los niños y jóvenes escolarizados, las jubilaciones que han llegado a mucha más gente, los niveles de consumo y gozo de vacaciones para las clases medias como pocas veces se ha visto. Por más que se haya sancionado una ley de salud mental que es ejemplar, que se cuente con beneficios para discapacitados que existen desde hace más de cinco años, con una excepcional negociación de la deuda externa que frenó nuestra –antes– vertiginosa caída económica.

Ninguna razón convence a los que creen, desde su lugar de inscripción ideológica, que ayudar a los de abajo es “darles mis impuestos a los vagos”, que no reprimir la protesta social –claro, no la de ellos mismos sino la de los piqueteros– es demagogia y falta de control. Imposible que asuman que evitar la salida de dólares no es un atentado a la libertad, y que una dictadura jamás permitiría los derechos y garantías que hoy se ejercen.

Que hay problemas, los hay, los hay en cualquier país y en cualquier situación humana. Que el Gobierno podría comunicar mejor sus decisiones, por ejemplo, es evidente. Que debe intensificarse la lucha contra la inseguridad, es cierto. Que se pudo subir un tiempo antes el mínimo imponible sobre las ganancias, es verdad.

Pero la pretensión de que estamos en el peor de los mundos es absurda cuando tenemos estabilidad, se cobran salarios en dinero y a tiempo, se consume considerablemente por sectores medios y altos, se tiene una política exterior vigente y destacada, se negocia los sueldos en paritarias, se cuenta con una institucionalidad firme, se han mantenido niveles de crecimiento de los más altos a nivel mundial.

Por ello, está claro que hay profesionales de la guerra psicológica agitando el descontento. Su meta es la liquidación de la democracia en el país, como se ha hecho en Paraguay, y se ha intentado –hasta ahora sin éxito, pero con fuertes intentonas– en Bolivia o Ecuador.

Si este intento golpista tuviera éxito, lo que viene después no es difícil de adivinar. Revancha, país enfrentado de manera definitiva, espiral de violencia. Todos podrán recordar que el año 1955 no fue el tranquilo final que los enemigos del peronismo quisieron, sino el inicio de una crisis que atrasó al país –enfrentado en luchas intestinas– por casi veinte años.

Ojalá aprendamos. Que el cacerolazo se ponga a la altura de una protesta legítima y no al servicio de una operación golpista que algunos estrategas de la guerra ideológica manejan desde lejos.

Por Pablo Bergel*
La cacerola no se mancha
Mi cacerola de Zapiola (de mi asamblea de Zapiola y Lacroze), un modelo 2001 verde y sonoro, abollada pero sonriente en un estante de mi cocina, seguirá bien guardada este 8N, como lo estuvo el pasado 13S, esperando impaciente verdaderas desobediencias civiles contra el orden, la “normalidad” y el “modelo” neocolonial, en el país y la ciudad.

La cacerola no se mancha. Se reserva contra las Barrick Gold, contra los Monsanto, contra los negocios de CFK y Macri con las tierras públicas de la ciudad, y en fin, contra todas las CKorporaciones que los sirven (con C de Clarín o con K de Kanal 7) privadas, gubernamentales, partidocráticas, que expropian a los argentinos de sus bienes públicos y de su Estado, profundizando (en la Cordillera, la Pampa, las metrópolis) un modelo neocolonial desarrollista, extractivista, que expropia a los argentinos de sus bienes comunes, de su soberanía económica y también de la política, entendida como ejercicio soberano y participativo sin cheques en blanco ni delegaciones.

No, este 8N no tiene nada que ver con eso; es un circo dirigido no contra lo peor, sino contra lo mejor (en realidad o en intención) de este Gobierno. No nos usarán para cacerolear contra la política de derechos humanos y de memoria, universalmente ejemplares; ni contra la ley de medios (de la que sí exigimos su plena aplicación antimonopólicka completa a favor de las mil voces plurales de la sociedad civil); ni contra la Asignación Universal por Hijo, tímido inicio enrumbado hacia un verdadero Ingreso o Renta Básica de Ciudadanía, universal, incondicional, mínimo, vital y móvil, para todas y todos, de la cuna a la tumba.

Este 8N, donde tampoco habrá sesión en la Legislatura (¿una forma de adhesión?), estaremos participando comprometidamente en el encuentro de Camino Colectivo, un espacio de militancia productiva donde concurren emprendedores de la base social, cooperativas, mipymes, huerteros, productores y ferias agroecológicas de comercio justo, muchos técnicos y especialistas con vocación de servicio social y público. Un lugar donde se busca impulsar una red de saberes y productores que prefiguran los valores estratégicos de un verdadero modelo social argentino; un espacio que debemos al talento generoso y compromiso militante de Enrique Martínez (ex presidente del INTI) y a la sintonía espontánea de muchas decenas de actores diversos, muchos de los cuales también mantienen sus cacerolas en remojo. Hoy haremos muchas cosas, hablaremos desde los valores estratégicos de cómo “industrializar la ruralidad” en serio, agregando valor a las cadenas productivas locales. Y el miércoles 14, en la propia Legislatura, en otro encuentro organizado por nuestro equipo legislativo Verdealsur, hablaremos de agroecología urbana, y también de “ruralizar la urbanidad”, de construir otra ciudad posible, en otro país posible, libre de colonialismo neodesarrollista minero, agribusiness, libre del monocultivo de la soja como del cemento. Con energías limpias y descentralizadas; con reducción de consumo alienante, compostaje y reciclado de residuos, transporte social limpio, reforma agraria y urbana que permita repoblar el territorio, entre tantas medidas estratégicas de un verdadero proyecto (pluri)nacional, (eco)popular y democrático de participación directa. En esa vigilia está mi cacerola de Zapiola.

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