Berlín y Bruselas presionan a Francia ALEMANIA, LA UNION EUROPEA Y EL FMI APRIETAN A PARIS PARA QUE ACELERE LAS REFORMAS #divisasweb #eur #usd
Berlín emite constantes señales que suscitan la desconfianza de los mercados hacia París y trata de probar que la situación francesa, o sea, el modelo francés, el aliado insumiso, pone en peligro la estabilidad de toda Europa.
Desde París
El lobo liberal volvió a mostrar los dientes para atacar a quien es aún su aliado más insumiso: Francia. En un momento en que París está bajo la presión de Alemania y del selecto club de obispos de la doctrina liberal llamado “la troika”, compuesto por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, el semanario británico The Economist publicó una nota de tapa muy agresiva contra París. Según este medio, Francia es “una bomba de tiempo en el corazón de Europa”. El semanario ultraliberal pone a París como la próxima víctima de la crisis debido, asegura, a la incapacidad del presidente socialista François Hollande de llevar a cabo las reformas que los ortodoxos del mercado juzgan inevitables.
En este dossier especial de 14 páginas consagrado a Francia, The Economist no ahorra ni palabras, ni imágenes, empezando por la de su tapa. La última edición del semanario aparece con la foto de siete baguettes (el pan francés) envueltas en una cinta con los colores de la bandera francesa y una mecha como si fueran barras de dinamita. El modelo social francés, sus 35 horas de trabajo por semana, las generosas vacaciones de que gozan los trabajadores, los innumerables subsidios que ayudan a la gente, el seguro de desempleo, la jubilación a los 60 años para muchas categorías socio-profesionales y, en cifras concretas, el 56 por ciento del PIB consagrado al gasto público constituyen la trama de la llamada “excepción francesa” que el liberalismo busca erradicar. Ese Estado de Bienestar está en el objetivo de quienes, desde Berlín, presionan a Francia para que aplique reformas estructurales, o sea, corte el flujo de fondos públicos y disminuya el peso del Estado.
La publicación le augura a Francia el mismo destino que a Grecia, España, Portugal, Italia e Irlanda, tanto más cuanto que, afirma, los mercados han sido hasta ahora “indulgentes” con Francia. Nada parece conformar a los guardianes del dogma liberal, ni siquiera el fabuloso regalo que François Hollande les hizo a las empresas para que éstas aumenten su competitividad: 20.000 millones de euros en créditos fiscales financiados con el aumento del IVA. Esas medidas “son tardías e insuficientes”, escribe el semanario para quien Francia “podría convertirse en el peligro más grande para la moneda única europea”.
The Economist nunca ha sido tierno con París. Hace unos meses, la publicación había calificado al jefe de Estado francés como “el peligroso señor Hollande”. Ahora fue más lejos y esbozó el psicodélico retrato de un país prácticamente asfixiado por el peso del Estado, el desempleo, el déficit exterior y las numerosas trabas a la iniciativa privada. Es cierto que Francia es bastante complicada en todo lo que tiene que ver con la iniciativa individual y privada pero, en contrapartida, mantiene un sistema de protección social de altísimo nivel. Y eso es precisamente lo que está hoy y más que nunca en la mira neoliberal: la implementación de “sustanciales y dolorosas reformas” es el único camino de salvación. Se trata, en suma, de eliminar el Estado Social francés que tantos recelos y envidias suscita.
El ataque feroz de The Economist al sistema francés es el último eslabón de una cruda ofensiva nacida en Berlín y en Bruselas. Alemania, el FMI y las instancias políticas y financieras del Viejo Continente aprietan a París para que acelere las reformas. La papisa de la ofensiva es la canciller alemana Angela Merkel. La señora Merkel parece determinada a hundir a François Hollande mientras éste no acepte repetir el libreto reformista dictado por Berlín. Angela Merkel se muestra empeñada en vengarse del jefe de Estado francés luego de que Hollande, en mayo pasado, le disputara el liderazgo de la conducción europea. Hollande salió al paso del pensamiento único emitido desde Berlín con el credo sin salida de la austeridad. François Hollande le interpuso la idea de crecimiento y rehusó la idea de que el destino común tuviese la austeridad como único horizonte. Berlín emite constantes señales que suscitan la desconfianza de los mercados hacia París y trata de probar que la situación francesa, o sea, el modelo francés, pone en peligro la estabilidad de toda Europa. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, le encargó a un panel de expertos alemanes la elaboración de un informe sobre el estado de la economía francesa y sobre la real voluntad de Francia de llevar adelante reformas estructurales.
Francia es una excepción que pone los pelos de punta de los liberales. Estos no aceptan que el Estado siga siendo el actor predominante de la sociedad. El Fondo Monetario Internacional y Alemania son dos acérrimos críticos de la política de François Hollande y los principales agitadores del espectro del desastre. El Fondo fue un águila en acción cuando criticó el aumento de impuestos decidido por el Ejecutivo hace unas semanas. Según el FMI, ese incremento “puso a Francia en una situación de desventaja frente a sus socios europeos”. Para el gran carcelero de las políticas neoliberales es urgente que Francia realice “recortes en el gasto público”. Berlín pone en circulación el mismo mensaje y sin ningún tapujo. Uno de los consejeros de Angela Merkel, Lars Feld, a la vez director del Instituto Walter Eucken, dijo hace poco que “el problema mayor de la Eurozona no está en Grecia, ni en España, ni en Italia. El problema es Francia”. Feld sitúa el problema en la ausencia de reformas, en la pesadez de su mercado laboral y en el hecho de que “Francia es el país de la Zona Euro donde la gente trabaja menos horas al año”.
Alemania pasó de aliado a antagonista violento. Cuando hace unas semanas casi cien grandes empresarios franceses lanzaron un contraprograma e impugnaron la política fiscal de Hollande, el ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder se sumó a los ejércitos neoliberales para apoyar esas demandas. La guerra entre París y Berlín por las reformas es tal que el vespertino Le Monde publicó un demoledor retrato de la canciller Angela Merkel donde su autor, el sociólogo y filósofo Ulrich Beck, trataba a la señora Merkel de “nuevo Macchiavello de Europa”. Arañada por la crisis, vapuleada por sus socios europeos que izan en cada esquina las banderas de un modelo liberal sin lugar para la política social, París resiste. País rebelde y con una tradición igualitarista, Francia está en una encrucijada mayor, con un presidente socialdemócrata a quien el ultraliberalismo asfixia para que corrija el modelo.
nota original
si la izquierda se le planto a la derecha, estoy con la izquierda, ahora si es solo una imagen nada mas, pues que se vallan todos a la puta que los parió... |
Desde París
El lobo liberal volvió a mostrar los dientes para atacar a quien es aún su aliado más insumiso: Francia. En un momento en que París está bajo la presión de Alemania y del selecto club de obispos de la doctrina liberal llamado “la troika”, compuesto por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, el semanario británico The Economist publicó una nota de tapa muy agresiva contra París. Según este medio, Francia es “una bomba de tiempo en el corazón de Europa”. El semanario ultraliberal pone a París como la próxima víctima de la crisis debido, asegura, a la incapacidad del presidente socialista François Hollande de llevar a cabo las reformas que los ortodoxos del mercado juzgan inevitables.
En este dossier especial de 14 páginas consagrado a Francia, The Economist no ahorra ni palabras, ni imágenes, empezando por la de su tapa. La última edición del semanario aparece con la foto de siete baguettes (el pan francés) envueltas en una cinta con los colores de la bandera francesa y una mecha como si fueran barras de dinamita. El modelo social francés, sus 35 horas de trabajo por semana, las generosas vacaciones de que gozan los trabajadores, los innumerables subsidios que ayudan a la gente, el seguro de desempleo, la jubilación a los 60 años para muchas categorías socio-profesionales y, en cifras concretas, el 56 por ciento del PIB consagrado al gasto público constituyen la trama de la llamada “excepción francesa” que el liberalismo busca erradicar. Ese Estado de Bienestar está en el objetivo de quienes, desde Berlín, presionan a Francia para que aplique reformas estructurales, o sea, corte el flujo de fondos públicos y disminuya el peso del Estado.
La publicación le augura a Francia el mismo destino que a Grecia, España, Portugal, Italia e Irlanda, tanto más cuanto que, afirma, los mercados han sido hasta ahora “indulgentes” con Francia. Nada parece conformar a los guardianes del dogma liberal, ni siquiera el fabuloso regalo que François Hollande les hizo a las empresas para que éstas aumenten su competitividad: 20.000 millones de euros en créditos fiscales financiados con el aumento del IVA. Esas medidas “son tardías e insuficientes”, escribe el semanario para quien Francia “podría convertirse en el peligro más grande para la moneda única europea”.
The Economist nunca ha sido tierno con París. Hace unos meses, la publicación había calificado al jefe de Estado francés como “el peligroso señor Hollande”. Ahora fue más lejos y esbozó el psicodélico retrato de un país prácticamente asfixiado por el peso del Estado, el desempleo, el déficit exterior y las numerosas trabas a la iniciativa privada. Es cierto que Francia es bastante complicada en todo lo que tiene que ver con la iniciativa individual y privada pero, en contrapartida, mantiene un sistema de protección social de altísimo nivel. Y eso es precisamente lo que está hoy y más que nunca en la mira neoliberal: la implementación de “sustanciales y dolorosas reformas” es el único camino de salvación. Se trata, en suma, de eliminar el Estado Social francés que tantos recelos y envidias suscita.
El ataque feroz de The Economist al sistema francés es el último eslabón de una cruda ofensiva nacida en Berlín y en Bruselas. Alemania, el FMI y las instancias políticas y financieras del Viejo Continente aprietan a París para que acelere las reformas. La papisa de la ofensiva es la canciller alemana Angela Merkel. La señora Merkel parece determinada a hundir a François Hollande mientras éste no acepte repetir el libreto reformista dictado por Berlín. Angela Merkel se muestra empeñada en vengarse del jefe de Estado francés luego de que Hollande, en mayo pasado, le disputara el liderazgo de la conducción europea. Hollande salió al paso del pensamiento único emitido desde Berlín con el credo sin salida de la austeridad. François Hollande le interpuso la idea de crecimiento y rehusó la idea de que el destino común tuviese la austeridad como único horizonte. Berlín emite constantes señales que suscitan la desconfianza de los mercados hacia París y trata de probar que la situación francesa, o sea, el modelo francés, pone en peligro la estabilidad de toda Europa. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, le encargó a un panel de expertos alemanes la elaboración de un informe sobre el estado de la economía francesa y sobre la real voluntad de Francia de llevar adelante reformas estructurales.
Francia es una excepción que pone los pelos de punta de los liberales. Estos no aceptan que el Estado siga siendo el actor predominante de la sociedad. El Fondo Monetario Internacional y Alemania son dos acérrimos críticos de la política de François Hollande y los principales agitadores del espectro del desastre. El Fondo fue un águila en acción cuando criticó el aumento de impuestos decidido por el Ejecutivo hace unas semanas. Según el FMI, ese incremento “puso a Francia en una situación de desventaja frente a sus socios europeos”. Para el gran carcelero de las políticas neoliberales es urgente que Francia realice “recortes en el gasto público”. Berlín pone en circulación el mismo mensaje y sin ningún tapujo. Uno de los consejeros de Angela Merkel, Lars Feld, a la vez director del Instituto Walter Eucken, dijo hace poco que “el problema mayor de la Eurozona no está en Grecia, ni en España, ni en Italia. El problema es Francia”. Feld sitúa el problema en la ausencia de reformas, en la pesadez de su mercado laboral y en el hecho de que “Francia es el país de la Zona Euro donde la gente trabaja menos horas al año”.
Alemania pasó de aliado a antagonista violento. Cuando hace unas semanas casi cien grandes empresarios franceses lanzaron un contraprograma e impugnaron la política fiscal de Hollande, el ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder se sumó a los ejércitos neoliberales para apoyar esas demandas. La guerra entre París y Berlín por las reformas es tal que el vespertino Le Monde publicó un demoledor retrato de la canciller Angela Merkel donde su autor, el sociólogo y filósofo Ulrich Beck, trataba a la señora Merkel de “nuevo Macchiavello de Europa”. Arañada por la crisis, vapuleada por sus socios europeos que izan en cada esquina las banderas de un modelo liberal sin lugar para la política social, París resiste. País rebelde y con una tradición igualitarista, Francia está en una encrucijada mayor, con un presidente socialdemócrata a quien el ultraliberalismo asfixia para que corrija el modelo.
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