Rosas o naftas

El comportamiento desplegado por los aliados en comunión de negocios y otros por pauta publicitaria para cuestionar el manejo del Estado de empresas que estaban en manos de grupos privados es de manual. El libreto de la ortodoxia y del neoliberalismo que tenía a la ineficiencia y el despilfarro como estandartes en la década del ’80, para abonar el camino de las privatizaciones, hoy se ha reciclado, obsesionado con el intervencionismo estatal y el gasto público.



El caso Aerolíneas Argentinas es el más destacado, cuando durante años avalaron primero esa privatización escandalosa y luego el vaciamiento instrumentado por diferentes operadores internacionales. Ahora son implacables en la esforzada y costosa recuperación de la línea de bandera, no exenta de dificultades y aprendizajes a partir de errores. No tardaron mucho en empezar a horadar la nueva gestión de YPF.

Se ocupan del Rosedal de Palermo, de que la Fundación YPF estatal dejó de financiar su mantenimiento a un costo de 300 mil pesos mensuales, tarea realizada por una empresa vinculada al Grupo Eskenazi. Reiteran el supuesto escaso interés de petroleras internacionales de invertir en YPF, desmentido por la existencia de incesantes negociaciones y nuevos socios que se quedaron con el paquete de Eskenazi. Enfatizan normales discusiones de un directorio nuevo y eventuales atrasos en el pago de impuestos, observan el monto de los honorarios de los directores y hasta impugnan la vestimenta de Axel Kicillof, representante del Estado en la compañía. Hubo un tema que ha pasado inadvertido ante tanto interés sobre cómo se va desarrollando la gestión estatal de YPF. En el último fin de semana largo del 9 de Julio y el comienzo de las vacaciones de invierno no hubo largas colas para cargar naftas, cuestión que en los últimos años había generado preocupación y una molestia irritante en los dueños de automotores, con amplia cobertura mediática. Esto no implica que no haya tensiones estructurales en el abastecimiento de combustibles, como el crecimiento del parque automotor, menos cantidad de estaciones de despacho y límites productivos en destilerías. Pero ha sido notable el inmediato alivio relativo en la provisión de naftas en las estaciones de YPF a partir de la administración del Estado. El aumento del abastecimiento en tan poco tiempo deja en evidencia que Repsol había diseñado una política deliberada de vaciar surtidores, utilizando a la población como rehén en una estrategia de presión al Gobierno para obtener la liberalización total del precio de las naftas.

El Informe Mosconi, de 94 páginas, es un documento imprescindible para conocer el deterioro de la petrolera nacional en manos de Repsol, e indirectamente señalar la responsabilidad del Gobierno de dejar avanzar esa situación hasta el límite del estrangulamiento de la balanza energética. Es una investigación realizada del 16 de abril hasta el 1 de junio de 2012 por un equipo de especialistas de la intervención de YPF, bajo la conducción del ministro de Planificación, Julio De Vido, cartera que tiene a cargo el tema energético desde 2003, y el viceministro de Economía, Axel Kicillof. El objetivo del Informe Mosconi es aportar evidencia sobre la estrategia de depredación, desinversión y desabastecimiento del mercado interno que instrumentó el grupo Repsol.

La administración de precios internos y las retenciones a las exportaciones permitieron aislar parcialmente a la economía local de la volatilidad de los precios internacionales de las materias primas de alimentos y de combustibles. En la comparación de la evolución del precio local de los combustibles con el que hubiera surgido de la paridad internacional se observa una diferencia sustancial, que permitió que consumidores (familias y empresas) pagaran, en años de fuertes variaciones de los precios internacionales, casi la mitad que lo que hubiera resultado de una paridad con el precio mundial. Por ejemplo, en 2008, mientras que el costo promedio de naftas y gasoil en ausencia de una política de administración de precios hubiera sido de 4029 pesos por m3, en el mercado interno ese precio fue de 2026 pesos por m3.

En estos días de debate sobre la inflación, estos precios muestran la importancia de las retenciones como herramienta antiinflacionaria.

Esta política fundamental del kirchnerismo en el mercado de combustibles para fortalecer la competitividad de la economía, facilitar ganancias crecientes de las empresas, mejorar el poder adquisitivo de la población e impulsar un crecimiento vigoroso del Producto tuvo la debilidad de dejar hacer a Repsol. Como los españoles no pudieron aumentar los precios locales del crudo, encararon una política depredatoria en términos de producción de hidrocarburos y de desinversión. El Informe Mosconi brinda un cuadro detallado de esa estrategia. Menciona que “el objetivo de la convergencia de los precios internos con los internacionales se refleja en informes confidenciales y de circulación restringida que fueron hallados por la intervención dentro de la compañía, en donde Repsol la hacía explícita”.

En uno de esos documentos que establece el Plan de Negocios, fechado en septiembre de 2009, Repsol argumentaba que la tan buscada (por el grupo) “convergencia entre precios internos y precios internacionales del petróleo y del gas se completaría en el año 2014”. Para ello dispuso los mecanismos para consolidar una situación en que la oferta interna iba a estar siempre por debajo de la demanda. La desinversión era el camino para forzarla.

El Informe Mosconi explica que “el proceso de desinversión de Repsol en YPF no fue la consecuencia de una rentabilidad ‘insuficiente’ obtenida por el grupo en YPF, sino más bien de la continua comparación de esa rentabilidad con el valor teórico que podrían haber alcanzado de concretarse una suba en los precios internos, alza que era al mismo tiempo propiciada por la propia política de Repsol en YPF, a través de la reducción de la oferta de petróleo y gas para abastecer un mercado interno en franca expansión”. Agrega que la desinversión produjo un significativo incremento de los costos operativos, producto principalmente de la creciente necesidad de importaciones de combustibles, que no sólo eran consecuencia de la falta de exploración y explotación de nuevos yacimientos, sino que además permitían a Repsol continuar presionando por la convergencia de los precios internos de los combustibles con su equivalente internacional.

La intervención de YPF pudo comprobar que el área comercial de la compañía determinaba sus costos de adquisición del crudo de manera idéntica a una empresa que no cuenta con producción y refinación propia, y debe adquirir el combustible a otra empresa productora. Esta forma de determinación de precios implicaba de hecho la apropiación de una renta extraordinaria por parte de Repsol en YPF, renta que podía realizarse gracias, a su vez, a la retracción de la oferta generada por la propia Repsol, que permitió configurar un mercado estructuralmente deficitario, con las consecuentes presiones al alza del precio interno. Así, el racionamiento de cantidades por parte de Repsol en YPF, la segmentación del mercado a favor del segmento premium y el consecuente aumento de precios permitían a la compañía “competir” vía precios con otras empresas, que no cuentan con una integración vertical como la de YPF.

En menos de tres meses, la YPF estatal planificó despachos a estaciones de la red por un volumen 11 por ciento mayor que en julio del año pasado, lo que sumaría 36 millones de litros más a la oferta. También ajustó la operación en refinería para aumentar la producción, acercando el nivel de uso al 95 por ciento de la capacidad instalada, tras haber descendido por debajo del 90 con Repsol. Incrementó así un 5 por ciento la producción de combustibles. Esa rápida reacción se tradujo en más naftas en las estaciones y menos colas de automovilistas.

YPF estatal dejó de cuidar las rosas del Rosedal y pasó a ocuparse de lo importante, empezando con que haya naftas en sus estaciones de servicios.

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