La campaña del miedo
Por Mercedes López San Miguel
En Grecia, como en otros países de Europa, lo que está siendo cuestionado por los indignados o por la izquierda radical es el orden neoliberal que una mayoría de griegos padece en forma de reducción de salarios y jubilaciones. Tanto la socialdemocracia como los partidos conservadores se han plegado a ese modelo apoyando los planes de ajuste, el “saneamiento” del sistema al que se refiere Angela Merkel cuando usa un eufemismo para referirse a la premura por el recorte.
La coalición de izquierda radical griega, Syriza, introdujo un elemento novedoso en la política de su país: apuntó a romper con el statu quo negándose a aceptar las condiciones que le imponen desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo a cambio de la multimillonaria ayuda. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, rápidamente se volvió el blanco predilecto de las cancillerías europeas. Su variopinta coalición de verdes, trotskistas, maoístas e independientes propuso archivar el memorándum firmado con la Unión Europea que implica severos recortes presupuestarios que deberían implementarse durante cinco años de ajustes, recesión y más crisis. Syriza también planteó reformar el sistema impositivo para que los ricos paguen impuestos y suspender el pago de los intereses de la deuda.
No fue casual que Jean Luc Mélenchon, candidato presidencial del Frente de Izquierda de Francia, tendiera puentes con Tsipras. Otra fue la postura del flamante presidente socialista François Hollande, quien se animó a prevenir a los votantes griegos de que “si dan la impresión de que quieren alejarse de los compromisos y abandonar toda perspectiva de recuperación habrá países en la Eurozona que prefieran terminar con la presencia de Grecia”.
Syrisa entiende que austeridad o caos es un falso dilema. Pero, precisamente desde la Unión Europea, el BCE y el FMI se intentó por todos los medios de azuzar el fantasma del default y la salida del euro asociado al ascenso de la izquierda. Merkel lanzó una advertencia encubierta en la víspera de los comicios. “Es extremadamente importante que las elecciones griegas se cierren con un resultado en el que los que se encarguen de formar gobierno digan ‘sí, mantendremos los compromisos’”, dijo la canciller alemana. “Los griegos acumulan dinero y alimentos ante la deriva política”, tituló, vislumbrando el Apocalipsis, el diario El País de España en su edición del jueves 14 de junio. Esa fue precisamente la estrategia que usaron los rivales de Syrisa, los conservadores de Nueva Democracia. Su líder, Antonis Samaras, respaldó los compromisos sellados con la troika (BCE, FMI, Comisión Europea), aunque ahora matizó su postura al advertir que negociarían las condiciones impuestas a cambio de los dos rescates pactados.
Pero el préstamo de 240 mil millones de euros no ha servido para reactivar la economía. Así lo viven los griegos que se quedaron en la calle, los que no tienen trabajo –el desempleo trepó al 22 por ciento–, los que no cobran el sueldo. Las únicas políticas que dictan los centros económicos de Europa son los ajustes, con ellos se comprime la demanda, la industria se estanca y la crisis aumenta. El Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirma que el rescate a Grecia, Irlanda y Portugal es en realidad una “protección a los bancos”. Stiglitz recomienda la creación de un fondo solidario europeo con el cual se podría ayudar a que Grecia restaure su crecimiento. No parece ser la solución que están pensando los líderes europeos, sobre todo después de que triunfara la campaña del miedo.
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En Grecia, como en otros países de Europa, lo que está siendo cuestionado por los indignados o por la izquierda radical es el orden neoliberal que una mayoría de griegos padece en forma de reducción de salarios y jubilaciones. Tanto la socialdemocracia como los partidos conservadores se han plegado a ese modelo apoyando los planes de ajuste, el “saneamiento” del sistema al que se refiere Angela Merkel cuando usa un eufemismo para referirse a la premura por el recorte.
La coalición de izquierda radical griega, Syriza, introdujo un elemento novedoso en la política de su país: apuntó a romper con el statu quo negándose a aceptar las condiciones que le imponen desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo a cambio de la multimillonaria ayuda. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, rápidamente se volvió el blanco predilecto de las cancillerías europeas. Su variopinta coalición de verdes, trotskistas, maoístas e independientes propuso archivar el memorándum firmado con la Unión Europea que implica severos recortes presupuestarios que deberían implementarse durante cinco años de ajustes, recesión y más crisis. Syriza también planteó reformar el sistema impositivo para que los ricos paguen impuestos y suspender el pago de los intereses de la deuda.
No fue casual que Jean Luc Mélenchon, candidato presidencial del Frente de Izquierda de Francia, tendiera puentes con Tsipras. Otra fue la postura del flamante presidente socialista François Hollande, quien se animó a prevenir a los votantes griegos de que “si dan la impresión de que quieren alejarse de los compromisos y abandonar toda perspectiva de recuperación habrá países en la Eurozona que prefieran terminar con la presencia de Grecia”.
Syrisa entiende que austeridad o caos es un falso dilema. Pero, precisamente desde la Unión Europea, el BCE y el FMI se intentó por todos los medios de azuzar el fantasma del default y la salida del euro asociado al ascenso de la izquierda. Merkel lanzó una advertencia encubierta en la víspera de los comicios. “Es extremadamente importante que las elecciones griegas se cierren con un resultado en el que los que se encarguen de formar gobierno digan ‘sí, mantendremos los compromisos’”, dijo la canciller alemana. “Los griegos acumulan dinero y alimentos ante la deriva política”, tituló, vislumbrando el Apocalipsis, el diario El País de España en su edición del jueves 14 de junio. Esa fue precisamente la estrategia que usaron los rivales de Syrisa, los conservadores de Nueva Democracia. Su líder, Antonis Samaras, respaldó los compromisos sellados con la troika (BCE, FMI, Comisión Europea), aunque ahora matizó su postura al advertir que negociarían las condiciones impuestas a cambio de los dos rescates pactados.
Pero el préstamo de 240 mil millones de euros no ha servido para reactivar la economía. Así lo viven los griegos que se quedaron en la calle, los que no tienen trabajo –el desempleo trepó al 22 por ciento–, los que no cobran el sueldo. Las únicas políticas que dictan los centros económicos de Europa son los ajustes, con ellos se comprime la demanda, la industria se estanca y la crisis aumenta. El Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirma que el rescate a Grecia, Irlanda y Portugal es en realidad una “protección a los bancos”. Stiglitz recomienda la creación de un fondo solidario europeo con el cual se podría ayudar a que Grecia restaure su crecimiento. No parece ser la solución que están pensando los líderes europeos, sobre todo después de que triunfara la campaña del miedo.
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