Algunas consideraciones sobre el rescate y su justificación

Tras varios meses de vacilaciones el gobierno español ha acordado finalmente con la UE y el FMI el rescate bancario que la gran mayoría de los ciudadanos augurábamos, convirtiéndonos en el cuarto país en aceptar el chantaje de la troika europea, tras Grecia, Portugal e Irlanda. Y en la gestión de este rescate y su justificación hay algunos elementos que son de especial relevancia:



Por encima de todo, el rescate bancario implica una sustancial pérdida de soberanía del país a favor de la banca privada autóctona y extranjera y de unas instituciones (UE-FMI) que actúan como garantes de los intereses de aquella. Si la ilegítima deuda contraída por el Estado, a través de la conversión en pública de la deuda privada, ya se elevaba a 4 veces el PIB español, el rescate viene ahora a sumar una cifra astronómica (100.000 millones de €) a aquel monto, de manera que toda la actividad económica del país habrá de supeditarse durante décadas al pago de una deuda externa que entra en contradicción con el bienestar de la población local.

Es decir, al igual que ha ocurrido en Grecia, o desde mucho antes en el Magreb y América Latina, el rescate no es ni más ni menos que un salto más hacia la transformación de España en un país económicamente degradado y dependiente del exterior, con garantía de continuidad para los privilegios de las elites financieras y económicas locales, tradicionalmente muy poco preocupadas por defender la integridad y prosperidad del país cuya dirección y control se arrogan.

Pero la llegada del rescate pone también de relieve cómo el pago de la deuda es el nudo gordiano que mantiene atada toda la batería de medidas regresivas en materia de empleo, servicios públicos, tejido productivo y bienestar social, que está poniendo en marcha el gobierno de Rajoy bajo la dirección de la banca europea e internacional. Y si el pago de la deuda es el meollo del proceso de degradación de las condiciones de vida de la población, la auditoria pública, transparente y participada de esa deuda es el elemento central sobre el que debe pivotar cualquier proceso de emancipación en las coordenadas políticas actuales.

Por último, de la comparecencia de Rajoy ante los medios, quizá lo más interesante de entre lo poco y vano que ha dicho, ha sido la consigna de la necesidad de conseguir el rescate a pesar de su impopularidad, apelando a un abstracto sentido de la responsabilidad que no rinde cuentas ante los gobernados. En realidad se trata del añejo y manido discurso del cirujano de hierro que ha de tomar con firmeza decisiones difíciles e impopulares, puesto que son necesarias aunque los gobernados no lo sepan. Esta estructura falaz de pensamiento se ha convertido en un auténtico cáncer intelectual en la vida política española, y lamentablemente no es patrimonio exclusivo de la derecha. Quienes argumentan de esa manera olvidan que la política es algo más que el estudio de los medios más adecuados para conseguir una serie de fines. Asumir esa preconcepción empresarial de la política supone una degeneración intelectual del mismo calibre que confundir el estudio de la Física con el de la ingeniería naval. La política, sobre todo en democracia, no es sino una actividad vital del ciudadano (el zoon politikón), en la que no existe un criterio de verdad objetivo sobre lo bueno y lo necesario, sino en la que los criterios de verdad los decide el conjunto de la ciudadanía, sobre la base de la dimensión ética última que subyace a lo político. Escindir la ética de la política es la negación de la democracia y la piedra angular sobre la que descansa el pensamiento autoritario y clasista. El problema para algunos es que, sin esa escisión intelectual, sus prácticas y planteamientos son de difícil aceptación, no cuelan. Pero el problema mayor es que, en un momento histórico en el que el clamor popular por la transparencia, la democracia y la participación dan cuerpo al movimiento social de mayor envergadura desde la Transición, dichas prácticas y planteamientos siembran en un terreno muy árido y poco fértil. Ya es demasiado tarde para la Realpolitik.

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