La soga al cuello de Berlusconi - ITALIA, ANTE LOS PLANES DE AJUSTE Y LA PRESION DE LA UNION EUROPEA
Gustavo Piga, profesor de Economía Política de la Universidad de Roma Tor Vergata, afirma que “Italia ha sido afectada por una crisis dentro de la crisis” y que se debería poner el énfasis en la reactivación económica, no sólo en la deuda.
Algunos piensan que la economía italiana ha llegado al final de su recorrido y que si se descuidan, le pasará como a Grecia, sumida en un mar de deudas que no puede pagar, o como a la Argentina del default. Otros piensan que Italia ha llegado a la estación terminal sólo a nivel político, indicando al gobierno de Silvio Berlusconi como el que en realidad ha llegado a su fin porque la economía italiana todavía tiene las cualidades y los recursos para salir del apuro económico. En pocas palabras, la situación italiana puede resumirse así: el PIB (Producto Interno Bruto) cayó 5,1 por ciento en 2009 y creció apenas 1,3 por ciento en 2010 y desocupación en 2011 del 8,6 por ciento, según datos del Istat (Instituto de Estadísticas Italiano). Las previsiones del Fondo Monetario Internacional hablan de una inflación anual que oscila en torno del 1,7 por ciento en 2011. Pero lo que más problemas está creando a Italia es la deuda pública que llegó en julio pasado a 1,9 billón de euros, lo que significa el 120 por ciento del PIB, y el escaso crecimiento de su PIB.
El gobierno de Berlusconi ha presentado ya dos planes de ajuste esencialmente dedicados a recortar el gasto público. Se espera para los próximos días un tercer plan con medidas para estimular el crecimiento económico, cosa que piden a gritos los sectores trabajadores y los industriales. “No, por cierto a nivel económico no hemos llegado al final de nuestro recorrido”, afirma en entrevista con Página/12 Gustavo Piga, profesor de Economía Política de la Universidad de Roma Tor Vergata. “Italia sigue siendo la séptima potencia económica mundial, pero ha sido afectada por una crisis (N. de R.: la de 2008) dentro de la crisis.
Porque hay una crisis general en el mundo occidental, que afecta principalmente a EE.UU. y Europa, porque han dejado de ser la locomotora de la economía internacional. El rol pasó a Asia. Muchos países se ven afectados, incluso Argentina, que crece en este momento pero que crecería más todavía si sus mercados de destino en Europa o Estados Unidos fueran más pujantes. Italia, dentro de este contexto de una Europa que no crece, es a su vez uno de los países que tienen menos crecimiento.”
Según Piga, Italia es un país riquísimo, con un patrimonio material y cultural enorme y no hay ninguna razón para que no pueda salir de la crisis. “No hemos llegado al final del recorrido, pero sí hay que ver cuál es el autobús que nos permita partir nuevamente. Hay tres autobuses para tomar. El viaje es largo. Un viaje a 30 años con objetivos a largo plazo, un viaje a 10 años que nos permita reactivar la economía en ese lapso y otro para resolver el problema inmediato”, dice.
Lo que aparece claro y así lo muestran insistentemente los medios de prensa europeos, es que persiste una crisis de confianza en el euro y que eso arriesga, según Piga, arrastrar no sólo a Grecia (ver recuadro), una economía mucho menos diversificada que Italia y mucho menos poderosa a nivel manufacturero. “No hay duda de que Italia reúne todas las condiciones económicas, fiscales para poder pagar su deuda pública. No es como Grecia, que no lo logra. Nuestra deuda siempre ha sido alta”, subraya el economista. El riesgo es la especulación en torno de este tema. La compra de títulos de la deuda italiana por parte del Banco Central Europeo, sin embargo, es el paso correcto para tranquilizar a los mercados, aclara.
Pero Italia tiene otros problemas estructurales por resolver. El hecho de que su economía no crezca más a los niveles de hace 20 años debe plantear una serie de interrogantes, según Piga, sobre todo porque ha sufrido más que otros países europeos los efectos negativos de la globalización. “Las pequeñas empresas, que eran numerosísimas, han recibido un golpe tremendo. Mucho más importante de lo que ha sido para Francia, España o Alemania. Las pequeñas empresas de Gran Bretaña, por ejemplo, son muy buenas en los servicios, cosa que la China no ha llegado aún a desarrollar muy bien. En cambio, Italia es buena en el área textil, de cueros, en las que los chinos están especializados”, agrega.
Para Piga, el énfasis en este momento no debe ser puesto sólo en la deuda, sino en la reactivación económica y, por el contrario de lo que ha hecho hasta ahora el gobierno italiano y ha aconsejado la Unión Europea, debe ser el Estado el que reactive la economía estimulando la demanda de bienes y servicios, lo que implica aumentar el rédito y la producción. Pero para no aumentar el gasto público, deber aumentar los impuestos, cosa que el gobierno de Berlusconi ha tratado de evitar por ser una medida impopular.
En las últimas semanas, los industriales han comenzado a protestar abierta y reiteradamente por el inmovilismo del gobierno a nivel económico. Incluso han presentado propuestas concretas públicamente, con las que las centrales sindicales dicen estar de acuerdo. Muchas empresas, hay que recordar, han perdido millones de euros en estos meses, además, por los vaivenes de la Bolsa de Valores. Incluida la Finivest de la familia Berlusconi. ¿Por qué entonces el primer ministro no presenta rápidamente el nuevo plan? “Eso habría que preguntárselo a Berlusconi. Pero en parte es cierto que Italia tiene una especie de soga al cuello de parte de la Unión Europea que le pone límites al aumento del gasto público”, dice Piga. ¿Esto quiere decir que aunque cambiara el primer ministro, por el contrario de lo que algunos argumentan, la situación no variaría esencialmente? “Tal vez la situación sería casi igual. Pero claro, Berlusconi arrastra consigo otros problemas por lo cual otro gobierno, de izquierda o de derecha, con otro primer ministro, seguramente tendría la soga al cuello más floja”, concluye el economista.
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Algunos piensan que la economía italiana ha llegado al final de su recorrido y que si se descuidan, le pasará como a Grecia, sumida en un mar de deudas que no puede pagar, o como a la Argentina del default. Otros piensan que Italia ha llegado a la estación terminal sólo a nivel político, indicando al gobierno de Silvio Berlusconi como el que en realidad ha llegado a su fin porque la economía italiana todavía tiene las cualidades y los recursos para salir del apuro económico. En pocas palabras, la situación italiana puede resumirse así: el PIB (Producto Interno Bruto) cayó 5,1 por ciento en 2009 y creció apenas 1,3 por ciento en 2010 y desocupación en 2011 del 8,6 por ciento, según datos del Istat (Instituto de Estadísticas Italiano). Las previsiones del Fondo Monetario Internacional hablan de una inflación anual que oscila en torno del 1,7 por ciento en 2011. Pero lo que más problemas está creando a Italia es la deuda pública que llegó en julio pasado a 1,9 billón de euros, lo que significa el 120 por ciento del PIB, y el escaso crecimiento de su PIB.
El gobierno de Berlusconi ha presentado ya dos planes de ajuste esencialmente dedicados a recortar el gasto público. Se espera para los próximos días un tercer plan con medidas para estimular el crecimiento económico, cosa que piden a gritos los sectores trabajadores y los industriales. “No, por cierto a nivel económico no hemos llegado al final de nuestro recorrido”, afirma en entrevista con Página/12 Gustavo Piga, profesor de Economía Política de la Universidad de Roma Tor Vergata. “Italia sigue siendo la séptima potencia económica mundial, pero ha sido afectada por una crisis (N. de R.: la de 2008) dentro de la crisis.
Porque hay una crisis general en el mundo occidental, que afecta principalmente a EE.UU. y Europa, porque han dejado de ser la locomotora de la economía internacional. El rol pasó a Asia. Muchos países se ven afectados, incluso Argentina, que crece en este momento pero que crecería más todavía si sus mercados de destino en Europa o Estados Unidos fueran más pujantes. Italia, dentro de este contexto de una Europa que no crece, es a su vez uno de los países que tienen menos crecimiento.”
Según Piga, Italia es un país riquísimo, con un patrimonio material y cultural enorme y no hay ninguna razón para que no pueda salir de la crisis. “No hemos llegado al final del recorrido, pero sí hay que ver cuál es el autobús que nos permita partir nuevamente. Hay tres autobuses para tomar. El viaje es largo. Un viaje a 30 años con objetivos a largo plazo, un viaje a 10 años que nos permita reactivar la economía en ese lapso y otro para resolver el problema inmediato”, dice.
Lo que aparece claro y así lo muestran insistentemente los medios de prensa europeos, es que persiste una crisis de confianza en el euro y que eso arriesga, según Piga, arrastrar no sólo a Grecia (ver recuadro), una economía mucho menos diversificada que Italia y mucho menos poderosa a nivel manufacturero. “No hay duda de que Italia reúne todas las condiciones económicas, fiscales para poder pagar su deuda pública. No es como Grecia, que no lo logra. Nuestra deuda siempre ha sido alta”, subraya el economista. El riesgo es la especulación en torno de este tema. La compra de títulos de la deuda italiana por parte del Banco Central Europeo, sin embargo, es el paso correcto para tranquilizar a los mercados, aclara.
Pero Italia tiene otros problemas estructurales por resolver. El hecho de que su economía no crezca más a los niveles de hace 20 años debe plantear una serie de interrogantes, según Piga, sobre todo porque ha sufrido más que otros países europeos los efectos negativos de la globalización. “Las pequeñas empresas, que eran numerosísimas, han recibido un golpe tremendo. Mucho más importante de lo que ha sido para Francia, España o Alemania. Las pequeñas empresas de Gran Bretaña, por ejemplo, son muy buenas en los servicios, cosa que la China no ha llegado aún a desarrollar muy bien. En cambio, Italia es buena en el área textil, de cueros, en las que los chinos están especializados”, agrega.
Para Piga, el énfasis en este momento no debe ser puesto sólo en la deuda, sino en la reactivación económica y, por el contrario de lo que ha hecho hasta ahora el gobierno italiano y ha aconsejado la Unión Europea, debe ser el Estado el que reactive la economía estimulando la demanda de bienes y servicios, lo que implica aumentar el rédito y la producción. Pero para no aumentar el gasto público, deber aumentar los impuestos, cosa que el gobierno de Berlusconi ha tratado de evitar por ser una medida impopular.
En las últimas semanas, los industriales han comenzado a protestar abierta y reiteradamente por el inmovilismo del gobierno a nivel económico. Incluso han presentado propuestas concretas públicamente, con las que las centrales sindicales dicen estar de acuerdo. Muchas empresas, hay que recordar, han perdido millones de euros en estos meses, además, por los vaivenes de la Bolsa de Valores. Incluida la Finivest de la familia Berlusconi. ¿Por qué entonces el primer ministro no presenta rápidamente el nuevo plan? “Eso habría que preguntárselo a Berlusconi. Pero en parte es cierto que Italia tiene una especie de soga al cuello de parte de la Unión Europea que le pone límites al aumento del gasto público”, dice Piga. ¿Esto quiere decir que aunque cambiara el primer ministro, por el contrario de lo que algunos argumentan, la situación no variaría esencialmente? “Tal vez la situación sería casi igual. Pero claro, Berlusconi arrastra consigo otros problemas por lo cual otro gobierno, de izquierda o de derecha, con otro primer ministro, seguramente tendría la soga al cuello más floja”, concluye el economista.
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