La crisis europea divide al propio partido de gobierno en Alemania
BERGISCH GLADBACH, Alemania—Mientras Angela Merkel se apresura a convencer a los alemanes de que su prosperidad depende de la preservación del euro, la canciller se topa con la tenaz resistencia de un flanco inesperado: el ala proeuropea de su propio partido.
Cuando los legisladores alemanes se pronuncien hoy sobre la ampliación del fondo de rescate de Europa —una medida que muchos inversionistas consideran esencial para impedir el pánico del mercado— se espera que varios diputados como Wolfgang Bosbach, un prominente adalid de la integración europea, voten no. Bosbach, un alto dirigente de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, se ha vuelto un abierto crítico de su manejo de la crisis.
"La primera medicina no funcionó, y ahora simplemente estamos duplicando la dosis. Es una lógica que simplemente no comprendo", dijo Bosbach respecto de los intentos de rescate de Grecia, golpeando el escritorio de su modesta oficina parlamentaria en Berlín. "Mi temor es que cuando ocurra el big bang, no sólo nosotros tendremos que pagar, sino las generaciones futuras".
El principal partido opositor de Alemania acordó apoyar las leyes de rescate, garantizando su aprobación. No obstante, la reacción adversa en la base conservadora de Merkel sugiere que su coalición encarará serios obstáculos internos en los meses venideros si, tal y como se espera, se le pide a Alemania que comprometa más recursos para contener la crisis de la deuda europea.
La rebelión de los legisladores deja de manifiesto un cambio más amplio acerca de cómo los alemanes contemplan su papel en Europa a partir de la crisis griega. Aunque la mayoría mantiene un firme compromiso histórico con Europa y la moneda única como su ancla, abundan las dudas sobre si el creciente costo de salvar la zona euro vale la pena.
Pocos alemanes temen un regreso del conflicto armado en Europa Occidental, la idea que proveyó el ímpetu inicial de lo que los alemanes a menudo siguen llamando "el proyecto de paz europeo". En su lugar, la prosperidad y la estabilidad económica han pasado a ser las principales razones detrás de la unión monetaria, un argumento que ahora muchos alemanes cuestionan después de una serie de fallidos paquetes de ayuda.
Si Merkel es incapaz de persuadir a los electores de apoyar nuevas medidas de rescate, corre el riesgo de sumir a Alemania en un creciente aislamiento y de presidir la disolución del euro, el mayor logro del impulso de posguerra de Europa hacia la integración.
Merkel, una física de 57 años y una política famosa por su cautela, está haciendo un intento tardío por reanimar el fervor alemán por la unidad europea.
Pero después de seis décadas de financiar una Europa integrada, el corazón proeuropeo de la clase dirigente del país está dividido. "No quiero ser forzado a entrar en un movimiento antieuropeo. La UE es un proyecto político importante", argumenta Bosbach, un católico de Renania de 59 años cuyo estilo directo y lucha pública contra un cáncer de próstata avanzado le han granjeado el apoyo y la simpatía sin distinciones partidarias. "Pero a la gente le prometimos una unión de estabilidad, no una unión de deuda".
Una encuesta encargada por la estación de televisión ZDF a comienzos de este mes muestra que tres cuartas partes de los alemanes están en contra de la ampliación del fondo de rescate europeo que será sometida hoy a votación. "Ya dejó de ser un debate remoto; tiene que ver con nuestras vidas cotidianas y lo que ocurrirá con nuestros ahorros, nuestra posición económica", señala Ria Borgmann, una administradora del gobierno local retirada mientras estaba de compras en Bergisch Gladbach, en el corazón del distrito electoral de Bosbach. "Soy totalmente partidaria de Europa, pero en determinado momento tiene que haber un límite para los paquetes de rescate".
Las medidas sobre las que se pronunciará hoy el Parlamento alemán casi duplican la capacidad de préstamo del principal fondo de rescate de la eurozona a 440.000 millones de euros (US$595.000 millones) y permitirían que el fondo, de ser necesario, compre bonos soberanos en el mercado abierto.
Merkel está tratando de revivir el sentido de deber histórico de los alemanes de apoyar una Europa unificada, tanto por el bien del país como por el del continente. Y las encuestas muestran que la mayoría de los alemanes siguen considerando a una Europa unida como la clave para alcanzar una prosperidad y paz duradera en un continente con un legado de conflictos.
De todos modos, muchos temen que se verán obligados a optar entre ver el colapso del euro o sacrificar su rigor fiscal a un estado supranacional europeo que financie a los países más propensos al endeudamiento, como Italia o Grecia.
El aporte de Alemania al expandido fondo de rescate asciende a los 211.000 millones de euros (US$286.000 millones), menos de la mitad de los 500.000 millones de euros que prometió para rescatar sus bancos en 2008. Pero muchos consideran la decisión del Banco Central Europeo de comprar miles de millones de euros en bonos soberanos de países del sur de Europa como otra señal de que las instituciones europeas se les están yendo de las manos.
Aún más difícil de digerir es la perspectiva de hacer que la eurozona se haga colectivamente responsable de las deudas de sus miembros, como han sugerido un creciente coro de voces europeas en los últimos meses. Muchos sostienen que los llamados eurobonos, una idea a la cual Merkel se ha opuesto tajantemente, son el bastión necesario para aliviar la presión financiera sobre los miembros abrumados por deudas y apuntalar la unión fiscal de la zona euro.
Para los alemanes, sin embargo, los eurobonos equivaldrían a renunciar a sus bajas tasas de interés para financiar los gastos de los países con una menor disciplina fiscal. "En última instancia, el tema del eurobono tendrá que ser resuelto y Merkel estará ante un dilema imposible", indica un legislador alemán de su propia coalición. "Si vuelve a los electores alemanes con los eurobonos, hasta ahí llega su carrera política. Si no lo hace, será una figura muy solitaria en Europa".
Al igual que muchos alemanes comunes y corrientes, Bosbach objeta la idea de que la zona euro sólo puede sobrevivir si se mantiene a Grecia en su seno. Argumenta que el bloque monetario necesita reglas claras que permitan la salida de un país insolvente, y sólo puede lograr estabilidad si éstas se aplican. "La cuestión no es si Grecia quiere recuperarse, es si tiene la capacidad de hacerlo", advierte.
La élite política y económica de Alemania se opone por abrumadora mayoría a la línea dura de Bosbach, argumentando que suspender la ayuda ahora podría causar el desmembramiento de la eurozona. "No hay ninguna solución realmente buena y rápida", escribieron los jefes de las principales federaciones industriales del país en una carta abierta a los parlamentarios. "Pero sin la expansión del fondo de rescate europeo, consecuencias incalculables amenazan a la Unión Europea y a su moneda común".
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Cuando los legisladores alemanes se pronuncien hoy sobre la ampliación del fondo de rescate de Europa —una medida que muchos inversionistas consideran esencial para impedir el pánico del mercado— se espera que varios diputados como Wolfgang Bosbach, un prominente adalid de la integración europea, voten no. Bosbach, un alto dirigente de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, se ha vuelto un abierto crítico de su manejo de la crisis.
"La primera medicina no funcionó, y ahora simplemente estamos duplicando la dosis. Es una lógica que simplemente no comprendo", dijo Bosbach respecto de los intentos de rescate de Grecia, golpeando el escritorio de su modesta oficina parlamentaria en Berlín. "Mi temor es que cuando ocurra el big bang, no sólo nosotros tendremos que pagar, sino las generaciones futuras".
El principal partido opositor de Alemania acordó apoyar las leyes de rescate, garantizando su aprobación. No obstante, la reacción adversa en la base conservadora de Merkel sugiere que su coalición encarará serios obstáculos internos en los meses venideros si, tal y como se espera, se le pide a Alemania que comprometa más recursos para contener la crisis de la deuda europea.
La rebelión de los legisladores deja de manifiesto un cambio más amplio acerca de cómo los alemanes contemplan su papel en Europa a partir de la crisis griega. Aunque la mayoría mantiene un firme compromiso histórico con Europa y la moneda única como su ancla, abundan las dudas sobre si el creciente costo de salvar la zona euro vale la pena.
Pocos alemanes temen un regreso del conflicto armado en Europa Occidental, la idea que proveyó el ímpetu inicial de lo que los alemanes a menudo siguen llamando "el proyecto de paz europeo". En su lugar, la prosperidad y la estabilidad económica han pasado a ser las principales razones detrás de la unión monetaria, un argumento que ahora muchos alemanes cuestionan después de una serie de fallidos paquetes de ayuda.
Si Merkel es incapaz de persuadir a los electores de apoyar nuevas medidas de rescate, corre el riesgo de sumir a Alemania en un creciente aislamiento y de presidir la disolución del euro, el mayor logro del impulso de posguerra de Europa hacia la integración.
Merkel, una física de 57 años y una política famosa por su cautela, está haciendo un intento tardío por reanimar el fervor alemán por la unidad europea.
Pero después de seis décadas de financiar una Europa integrada, el corazón proeuropeo de la clase dirigente del país está dividido. "No quiero ser forzado a entrar en un movimiento antieuropeo. La UE es un proyecto político importante", argumenta Bosbach, un católico de Renania de 59 años cuyo estilo directo y lucha pública contra un cáncer de próstata avanzado le han granjeado el apoyo y la simpatía sin distinciones partidarias. "Pero a la gente le prometimos una unión de estabilidad, no una unión de deuda".
Una encuesta encargada por la estación de televisión ZDF a comienzos de este mes muestra que tres cuartas partes de los alemanes están en contra de la ampliación del fondo de rescate europeo que será sometida hoy a votación. "Ya dejó de ser un debate remoto; tiene que ver con nuestras vidas cotidianas y lo que ocurrirá con nuestros ahorros, nuestra posición económica", señala Ria Borgmann, una administradora del gobierno local retirada mientras estaba de compras en Bergisch Gladbach, en el corazón del distrito electoral de Bosbach. "Soy totalmente partidaria de Europa, pero en determinado momento tiene que haber un límite para los paquetes de rescate".
Las medidas sobre las que se pronunciará hoy el Parlamento alemán casi duplican la capacidad de préstamo del principal fondo de rescate de la eurozona a 440.000 millones de euros (US$595.000 millones) y permitirían que el fondo, de ser necesario, compre bonos soberanos en el mercado abierto.
Merkel está tratando de revivir el sentido de deber histórico de los alemanes de apoyar una Europa unificada, tanto por el bien del país como por el del continente. Y las encuestas muestran que la mayoría de los alemanes siguen considerando a una Europa unida como la clave para alcanzar una prosperidad y paz duradera en un continente con un legado de conflictos.
De todos modos, muchos temen que se verán obligados a optar entre ver el colapso del euro o sacrificar su rigor fiscal a un estado supranacional europeo que financie a los países más propensos al endeudamiento, como Italia o Grecia.
El aporte de Alemania al expandido fondo de rescate asciende a los 211.000 millones de euros (US$286.000 millones), menos de la mitad de los 500.000 millones de euros que prometió para rescatar sus bancos en 2008. Pero muchos consideran la decisión del Banco Central Europeo de comprar miles de millones de euros en bonos soberanos de países del sur de Europa como otra señal de que las instituciones europeas se les están yendo de las manos.
Aún más difícil de digerir es la perspectiva de hacer que la eurozona se haga colectivamente responsable de las deudas de sus miembros, como han sugerido un creciente coro de voces europeas en los últimos meses. Muchos sostienen que los llamados eurobonos, una idea a la cual Merkel se ha opuesto tajantemente, son el bastión necesario para aliviar la presión financiera sobre los miembros abrumados por deudas y apuntalar la unión fiscal de la zona euro.
Para los alemanes, sin embargo, los eurobonos equivaldrían a renunciar a sus bajas tasas de interés para financiar los gastos de los países con una menor disciplina fiscal. "En última instancia, el tema del eurobono tendrá que ser resuelto y Merkel estará ante un dilema imposible", indica un legislador alemán de su propia coalición. "Si vuelve a los electores alemanes con los eurobonos, hasta ahí llega su carrera política. Si no lo hace, será una figura muy solitaria en Europa".
Al igual que muchos alemanes comunes y corrientes, Bosbach objeta la idea de que la zona euro sólo puede sobrevivir si se mantiene a Grecia en su seno. Argumenta que el bloque monetario necesita reglas claras que permitan la salida de un país insolvente, y sólo puede lograr estabilidad si éstas se aplican. "La cuestión no es si Grecia quiere recuperarse, es si tiene la capacidad de hacerlo", advierte.
La élite política y económica de Alemania se opone por abrumadora mayoría a la línea dura de Bosbach, argumentando que suspender la ayuda ahora podría causar el desmembramiento de la eurozona. "No hay ninguna solución realmente buena y rápida", escribieron los jefes de las principales federaciones industriales del país en una carta abierta a los parlamentarios. "Pero sin la expansión del fondo de rescate europeo, consecuencias incalculables amenazan a la Unión Europea y a su moneda común".
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