“Europa es cruel y cínica” - EL FILOSOFO FRANCES SAMI NAÏR HABLA DE LA PRIMAVERA ARABE

Según Naïr, mientras la OTAN intervenga en la región seguirán surgiendo respuestas neocolonialistas. El experto opina que los Cascos Azules de Naciones Unidas deberían ser los encargados de proteger la transición en Arabia. La primavera sorprendió en enero a los propios países árabes y al resto de la comunidad internacional. Cayeron feroces y vetustas dictaduras. Otras siguen tambaleando. Desde entonces, los intelectuales intentan explicarse cómo quedará configurado el tablero internacional. Según el experto francés Sami Naïr, el futuro es incierto. Pero mientras la OTAN

intervenga en la región seguirán surgiendo respuestas neocolonialistas. Naïr, filósofo y sociólogo con raíces argelinas, opina que los Cascos Azules de Naciones Unidas –y no las tropas de la alianza transatlántica– deberían ser los encargados de proteger la transición democrática en la península arábiga.
Con decenas de obras publicadas, Naïr trabajó junto a Simone de Beauvoir en la dirección de la revista Les temps modernes. En 1997 se desempeñó como delegado interministerial para el Codesarrollo y las Migraciones Internacionales, cuando el socialista Lionel Jospin era el premier francés. Desde 1999 a 2004 fue europarlamentario y actualmente es columnista de varios diarios galos y de El País de España. De visita en Buenos Aires para participar del coloquio internacional sobre las revoluciones árabes y la nueva geopolítica mundial, por Le monde diplomatique, Naïr dialogó con Página/12. –¿Cambiaron las relaciones entre Europa y los países norafricanos, después de las revoluciones árabes? –Fundamentalmente, no. Europa tiene un paradigma estratégico, que también comparten las potencias dominantes a nivel internacional (como Estados Unidos, China y Rusia), que es el paradigma de la estabilidad. Lo que les interesa fundamentalmente es la estabilidad por varias razones. En primer lugar, porque temen el desarrollo de flujos migratorios. Como segundo elemento, porque temen perder el control de los recursos petrolíferos de la región. En tercer lugar, temen el integrismo, el auge del islamismo. El paradigma de la estabilidad consistía en apoyar a estos dictadores con la excusa de que eran la protección contra el integrismo. Pero en realidad los dictadores eran los mejores aliados del integrismo. Europa no ha cambiado. Los líderes europeos hasta ahora no han dado ni un paso. Están a la expectativa de cómo todo esto va a terminar.
–¿Cómo se explica entonces la intervención militar en Libia? –Es un elemento absolutamente nuevo. Militarmente, a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Europa está interviniendo para defender sus intereses. En la Conferencia de París de la semana pasada con los nuevos dirigentes libios han empezado a hablar del reparto de los recursos petrolíferos. Europa está involucrada militarmente. Eso sí que es un cambio porque, desde la descolonización, no lo había hecho. Hasta la fecha no sabemos cómo van a continuar actuando Inglaterra y Francia. Tampoco sabemos cómo la opinión pública va a reaccionar frente a la intervención de la OTAN. Personalmente, pienso que la intervención de Francia y de Inglaterra con el control de los aviones de Muammar Khadafi era necesaria para salvar el proceso revolucionario. –¿La sociedad podría reaccionar como lo hizo frente a la invasión a Irak?
–Sí, podría, pero no lo sabemos. Si la OTAN sigue siendo una fuerza dominante, ahí tendremos inevitablemente un rechazo. Y los propios dictadores van a decir: “Miren, eso se llama revolución y su consecuencia es el neocolonialismo”. Si la intervención de la OTAN se transforma en una intervención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con soldados de la ONU y con una nueva resolución de ese organismo que diga que hay que proteger el proceso de transición democrática, tendremos una salida que puede ayudar muchísimo a la revolución democrática árabe. –¿Cómo evalúa la respuesta europea a la crisis humanitaria que siguió a las revueltas en los países árabes? –Se han portado de manera muy cruel y cínica. No han hecho nada. Tuvimos que recibir unos 20.000 inmigrantes tunecinos y fue como si el planeta hubiese
invadido Europa. –En un artículo, usted alerta que Muammar Khadafi no es Saddam Hussein. ¿Cuáles son las diferencias? –Lo de Irak fue una intervención imperialista para destrozar un régimen nacional, laico, que había cumplido con todas las resoluciones de la ONU de los últimos años. En aquella época, yo era parlamentario europeo y fuimos con una delegación de parlamentarios europeos a Bagdad y tuvimos una reunión con los expertos de la ONU, que nos dijeron: “No hay ni una bala. No hay absolutamente nada y hemos visto todo”. Era, en realidad, una intervención para apoderarse de las riquezas petroleras y para destruir a uno de los países que podía oponerse a los intereses de Estados Unidos y de Israel en la región. En cambio, Khadafi era el mejor aliado de los Estados Unidos. Ahora se sabe que estaba trabajando con la CIA, que torturaba a los militantes islamistas encarcelados en Guantánamo. (N. de R.: Según el New York Times, la Casa Blanca envió en ocho ocasiones a sospechosos de terrorismo para ser interrogados en Libia.) Era un tirano que se había vuelto loco. La situación es totalmente diferente, pero hay que cuidar lo que vaya a ocurrir con la intervención de la OTAN. Era necesaria, pero ahora tienen que salir.
–Usted planteaba en otro artículo la necesidad de que se creen partidos en los países que fueron atravesados por la revolución en los últimos meses. ¿Cree que se podrá superar la espontaneidad que caracterizó a las revueltas? –Van a crear partidos políticos. Es absolutamente necesario. Es un proceso de transición democrática, muy contradictorio, con una situación de dualidad de poder. Todos estos países nunca han conocido la democracia. La están creando ahora.

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