Dólar alto y licuadora cambiaria: Un problema de identificación
Escribiendo una pieza altamente especulativa sobre la pesetización (la salida del euro de España) a pedido de unos distinguidos colegas y políticos de la madre patria, vuelvo sobre un tema que creía entender y que sólo ahora entiendo del todo: las salidas devaluatorias de las crisis tienen menos que ver con la competitividad (el argumento del dólar o el euro alto) que con la redistribución de la riqueza.
Ya hace unos años, en varios trabajos académicos junto con mi
distinguido coautor Federico Sturzenegger habíamos llegado a la conclusión que el efecto expansivo de la intervención cambiaria (en particular, del miedo a apreciar: la compra de dólares para ralentar la apreciación del tipo de la moneda) no pasaba por un boom exportador o una barrera a las importaciones tanto como por un aumento del ahorro y la inversión en asociación con una menor participación del trabajo en la distribución funcional del ingreso (léase: salarios relativamente bajos).
Frustrados en nuestra gesta por asociar el dólar alto al modelo exportador, terminamos concluyendo que lo los datos nos mostraban era una versión "moderna" de la historia historia de Díaz Alejandro: el dólar alto transfiere recursos de pobres a ricos. En la historia original, los ricos eran hacendados rentistas que invertían sus ingresos extraordinarios en el exterior: de ahí, caída de demanda y recesión doméstica, y salida de capitales. En la versión moderna, las rentas se reinvierten en el país, la inversión se recupera sin crédito (fondeada por capitales propios),. florece la construcción residencial (instrumento de ahorro de las clases medias altas) y el país crece.
El tema, que amerita una mirada empírica más rigurosa, no lleva a España y Argentina. Ciertamente, nuestro caso combina depreciación y restructuración (licuación de deudas públicas y privadas). La pregunta del millón es: ¿qué contribuyó cada uno al impulso de la actividad? Más en particular, crecimos por el dólar alto o por la licuación?
Y en línea con esto último, ¿en qué medida el dólar alto fue en primer lugar (gracias a la pesificación) el instrumento de licuación por excelencia? Después de todo, una vez que sacamos la ganancia de los términos de intercambio que benefició a toda la región, ¿cuánto nos ha dado el dólar alto en términos de dinamización de exportaciones y sustitución de importaciones?
¿En qué medida la pregunta sobre la salida del euro -que implica en la práctica la pesetización de los contratos- no es en última instancia una pregunta sobre el tamaño de la licuacuión necesaria para salir arando del pozo?
(A principios de la década pasada, al defender el modelo de dólar alto solía dar el ejemplo del turismo, una "exportación" a la que la competividad precio ayudó a lanzar a un nivel en el que puede sostenerse con precios más elevados. El prototipo de industria infantil beneficiada por una protección cambiaria temporaria. ¿Hay otros ejemplos?)
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