Un remedio para el mal de EE.UU. (dejar de embromar al resto del mundo)
Las salidas de una trampa de liquidez no son fáciles: más deuda fiscal, devaluación o un poco de inflación.
Los acontecimientos que acapararon la atención de la prensa en los últimos días fueron los desplomes del Promedio Industrial Dow Jones de 512,76 y 634,76 puntos. Pero lo más significativo fue la decisión de Bank of New York Mellon de cobrar a sus grandes clientes corporativos por depositar dinero en lugar de pagarles interés.
Es un síntoma de una enfermedad económica que John Maynard Keynes bautizó como "la trampa de la liquidez", y es una de las razones de qué la economía estadounidense tenga tantos problemas para salir del agujero en el que se encuentra.
Una trampa de liquidez es una rara condición que apareció durante la Gran Depresión y se creyó desaparecida hasta que reapareció en Japón en los años 90. Estados Unidos ha contraído un caso de los graves.
El mal se caracteriza por una economía en la que las tasas de interés son tan bajas que los consumidores, empresas e inversionistas no se preocupan si el dinero es en efectivo o inversiones con intereses.
Keynes lo llamó "trampa" por dos razones.
La primera es que mientras los consumidores y las empresas preserven el efectivo en vez de gastarlo o invertirlo porque esperan que la economía permanezca débil, entonces la economía seguirá postrada. Las compañías del S&P 500 tienen la friolera de US$963.000 millones en efectivo.
segundo lugar, convierte en impotente la habitual política monetaria de la Reserva Federal. Reducir las tasas de interés a menos de cero es (casi) imposible. Imprimir dinero para comprar bonos genera reservas estériles para los bancos, y no mucho préstamo o gasto adicional.
La noción de trampa de liquidez fue materia de un acalorado debate entre Keynes y sus contemporáneos a mediados del siglo XX y fue resucitada en un seminario de 1998 por el economista de la Universidad de Princeton Paul Krugman. "Nadie pensó que una trampa de liquidez podría ocurrir en Japón", escribió. "Ahora que ha ocurrido, deberíamos preguntarnos si podría pasar en otro lugar". (En ese momento, Krugman pensaba en Europa).
No todos quedaron muy convencidos. "La relativamente discutible reputación de la trampa de la liquidez es bien merecida", opinó el economista de Bentley College Scott Sumner.
Si estuviésemos en una trampa de liquidez, ¿cómo podríamos escapar? Los expertos tienen tres remedios, todos con efectos secundarios de tal magnitud que hay bastante reticencia a probarlos.
La clásica receta keynesiana es que el gobierno se endeude y gaste para estimular la demanda y crear empleo. Eso significaría que EE.UU. tendría que pedir prestado y gastar en la actualidad mientras adopta políticas creíbles para reducir el déficit que entren en vigor más adelante. El gobierno, por ejemplo, podría realizar en los próximos dos años todos los proyectos en infraestructura previstos para la siguiente década.
Pero muchos estadounidenses y la mayoría de los republicanos están convencidos de que el primer intento de estímulo fiscal del presidente Barack Obama fue un fracaso y generó un endeudamiento demasiado oneroso. Una segunda ronda de estímulo fiscal parece imposible desde el punto de vista político, al menor por ahora.
Lars Svensson, actual vicepresidente del banco central de Suecia, asegura que hay un método "infalible" para salir de una trampa de liquidez: devaluar la moneda. Aunque el gobierno de EE.UU. y la Fed no miran con malos ojos la caída del dólar, que ha apuntalado las exportaciones estadounidenses, es improbable que emprendan una campaña explícita para debilitar el dólar, lo que no sería aconsejable si se toma en cuenta el papel del dólar como ancla del sistema financiero global.
La tercera alternativa tiene que ver con la inflación. La tasa de interés que verdaderamente cuenta para la economía es la real, es decir la que incorpora la inflación. Algunos economistas señalan que una salida de una trampa de liquidez es que la Fed convenza a todo el mundo de que va a generar más inflación. Si la inflación se acelerea y las tasas se mantienen, entonces la tasa real cae y pasa a ser negativa. Eso les daría a las personas una razón para endeudarse y gastar.
Uno de los defensores de esta propuesta es el economista de la Universidad de Harvard Kenneth Rogoff, quien sostiene que incrementar el ya elevado nivel de endeudamiento de EE.UU. constituye un error. "La única manera práctica de reducir el siguiente período de doloroso desendeudamiento y bajo crecimiento sería un brote sostenido de inflación moderada, digamos de entre 4% y 6% durante varios años".
Los ingresos aumentarían con la inflación, las deudas se mantendrían y serían más fáciles de pagar.
Ben Bernanke, el presidente de la Fed, quien no ha dudado en poner en práctica remedios poco tradicionales, no está muy convencido de que esta receta vaya a funcionar.
No está seguro que el banco central genere un brote inflacionario moderado y teme las consecuencias si la entidad deja de lado su compromiso con la estabilidad de precios.
En la economía, al igual que en la medicina, un diagnóstico equivocado prolonga la enfermedad; al igual que negarse a tomar el medicamento. Ese es uno de los motivos por los que la Gran Depresión de los años 30 duró más de 10 años.
nota original
Los acontecimientos que acapararon la atención de la prensa en los últimos días fueron los desplomes del Promedio Industrial Dow Jones de 512,76 y 634,76 puntos. Pero lo más significativo fue la decisión de Bank of New York Mellon de cobrar a sus grandes clientes corporativos por depositar dinero en lugar de pagarles interés.
Es un síntoma de una enfermedad económica que John Maynard Keynes bautizó como "la trampa de la liquidez", y es una de las razones de qué la economía estadounidense tenga tantos problemas para salir del agujero en el que se encuentra.
Una trampa de liquidez es una rara condición que apareció durante la Gran Depresión y se creyó desaparecida hasta que reapareció en Japón en los años 90. Estados Unidos ha contraído un caso de los graves.
El mal se caracteriza por una economía en la que las tasas de interés son tan bajas que los consumidores, empresas e inversionistas no se preocupan si el dinero es en efectivo o inversiones con intereses.
Keynes lo llamó "trampa" por dos razones.
La primera es que mientras los consumidores y las empresas preserven el efectivo en vez de gastarlo o invertirlo porque esperan que la economía permanezca débil, entonces la economía seguirá postrada. Las compañías del S&P 500 tienen la friolera de US$963.000 millones en efectivo.
segundo lugar, convierte en impotente la habitual política monetaria de la Reserva Federal. Reducir las tasas de interés a menos de cero es (casi) imposible. Imprimir dinero para comprar bonos genera reservas estériles para los bancos, y no mucho préstamo o gasto adicional.
La noción de trampa de liquidez fue materia de un acalorado debate entre Keynes y sus contemporáneos a mediados del siglo XX y fue resucitada en un seminario de 1998 por el economista de la Universidad de Princeton Paul Krugman. "Nadie pensó que una trampa de liquidez podría ocurrir en Japón", escribió. "Ahora que ha ocurrido, deberíamos preguntarnos si podría pasar en otro lugar". (En ese momento, Krugman pensaba en Europa).
No todos quedaron muy convencidos. "La relativamente discutible reputación de la trampa de la liquidez es bien merecida", opinó el economista de Bentley College Scott Sumner.
Si estuviésemos en una trampa de liquidez, ¿cómo podríamos escapar? Los expertos tienen tres remedios, todos con efectos secundarios de tal magnitud que hay bastante reticencia a probarlos.
La clásica receta keynesiana es que el gobierno se endeude y gaste para estimular la demanda y crear empleo. Eso significaría que EE.UU. tendría que pedir prestado y gastar en la actualidad mientras adopta políticas creíbles para reducir el déficit que entren en vigor más adelante. El gobierno, por ejemplo, podría realizar en los próximos dos años todos los proyectos en infraestructura previstos para la siguiente década.
Pero muchos estadounidenses y la mayoría de los republicanos están convencidos de que el primer intento de estímulo fiscal del presidente Barack Obama fue un fracaso y generó un endeudamiento demasiado oneroso. Una segunda ronda de estímulo fiscal parece imposible desde el punto de vista político, al menor por ahora.
Lars Svensson, actual vicepresidente del banco central de Suecia, asegura que hay un método "infalible" para salir de una trampa de liquidez: devaluar la moneda. Aunque el gobierno de EE.UU. y la Fed no miran con malos ojos la caída del dólar, que ha apuntalado las exportaciones estadounidenses, es improbable que emprendan una campaña explícita para debilitar el dólar, lo que no sería aconsejable si se toma en cuenta el papel del dólar como ancla del sistema financiero global.
La tercera alternativa tiene que ver con la inflación. La tasa de interés que verdaderamente cuenta para la economía es la real, es decir la que incorpora la inflación. Algunos economistas señalan que una salida de una trampa de liquidez es que la Fed convenza a todo el mundo de que va a generar más inflación. Si la inflación se acelerea y las tasas se mantienen, entonces la tasa real cae y pasa a ser negativa. Eso les daría a las personas una razón para endeudarse y gastar.
Uno de los defensores de esta propuesta es el economista de la Universidad de Harvard Kenneth Rogoff, quien sostiene que incrementar el ya elevado nivel de endeudamiento de EE.UU. constituye un error. "La única manera práctica de reducir el siguiente período de doloroso desendeudamiento y bajo crecimiento sería un brote sostenido de inflación moderada, digamos de entre 4% y 6% durante varios años".
Los ingresos aumentarían con la inflación, las deudas se mantendrían y serían más fáciles de pagar.
Ben Bernanke, el presidente de la Fed, quien no ha dudado en poner en práctica remedios poco tradicionales, no está muy convencido de que esta receta vaya a funcionar.
No está seguro que el banco central genere un brote inflacionario moderado y teme las consecuencias si la entidad deja de lado su compromiso con la estabilidad de precios.
En la economía, al igual que en la medicina, un diagnóstico equivocado prolonga la enfermedad; al igual que negarse a tomar el medicamento. Ese es uno de los motivos por los que la Gran Depresión de los años 30 duró más de 10 años.
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