La inflación en dólares
La inflación que exporta Estados Unidos al mundo beneficia los precios de las commodities, pero tiende a complicar la competitividad de aquellos países que no logran poner un freno a la suba de sus costos. Si se toma como base el año 2005, antes del estallido de la crisis de las subprime, para 2011 se tiene el siguiente cuadro de situación: El dólar se ha depreciado el 15% contra la canasta de divisas conformada por los principales socios comerciales de los Estados Unidos. Los precios de las materias primas que exporta la Argentina han aumentado el 84% en dólares desde
entonces (la tonelada de soja cotizaba poco por encima de 250 dólares en 2005). Además de la divisa débil, cuentan los ajustados inventarios de granos, la continuidad del cambio de la dieta en el mundo emergente y el auge de los biocombustibles. Además de las commodities, también los precios internos (que incluyen servicios, salarios, alquileres,etc.) de la mayoría de los países han subido fuertemente medidos en la moneda norteamericana. El precio del Big Mac, por ejemplo, subió el 78,2% en dólares en China desde 2005; 157,7% en Brasil; 195,1% en la Argentina, 58,1% en Chile, datos que se comparan con una variación de 33% para el caso de los Estados Unidos. Estos indicadores reflejan la magnitud del fenómeno de la inflación en dólares exportada por los Estados Unidos. En realidad, este es uno de los principales instrumentos para la corrección de los desequilibrios que arrastraba la economía mundial y que, justamente, dieron origen al estallido. Por el canal comercial, la desvalorización del dólar presiona al alza el precio de las commodities, como se describió mas arriba. Por el canal financiero, la tasa de interés cero en los Estados Unidos expulsa capitales hacia el resto del mundo, apreciando las monedas de los países superavitarios en el sector externo y/o beneficiados por mejoras en los términos del intercambio. La entrada de capitales en esos países, a su vez, impulsa la demanda interna en muchos casos más allá del potencial de su economía, dando una vuelta de tuerca adicional a las presiones inflacionarias, tanto en moneda local como en dólares. Algunas de estas tendencias, que llevan más de un lustro, se acentuaron después de 2008/09 y pusieron a prueba la capacidad de muchos países para lidiar con ellas. Así, en cuatro años hasta 2009, los salarios en dólares en la Argentina habían subido el 74,3% pero, a partir de allí, en sólo dos años aumentaron otro 56,8%. Para Brasil, esos guarismos fueron de 62,4% y de 53,2%, respectivamente. ¿Qué puede pasar en Brasil? El vecino país, todavía bajo la presidencia de Lula, fue muy agresivo con su política fiscal para evitar una recesión tras la caída de Lehman. Una consecuencia no deseada fue que la economía se deslizó hacia un mal equilibrio. Ocurre que, al reavivarse las presiones inflacionarias internas, Brasil aplicó una fuerte suba de la tasa de interés en parte para contrarrestar los efectos del aumento del gasto público y del déficit fiscal. La suba de la Selic brasileña, en un contexto de tasa de interés cero en Estados Unidos, acentuó la entrada de capitales golondrina y la revaluación del real. Brasil se metió en una trampa que está afectando la trayectoria de su industria, con complicaciones para competir (por el tipo de cambio) y para vender (por la tasa de interés).
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