Economías del mundo árabe: el agotamiento de un modelo
(no soy partidario de leer ieco pero algunas notas salen de lo normal en la editorial clarin)
Después de la descolonización se sentaron las bases de un Estado benefactor. Pero las instituciones del Estado pronto fueron confiscadas por clanes y dinastías. El modelo forjado en los 90 combina ajuste estructural y gran apertura económica.
El gran fantasma de los gobiernos hoy es el efecto contagio. Bajo el signo del miedo al contagio es que el rey Abdallah II de Jordania cambió al primer ministro, el presidente Assad de Siria anunció reformas políticas y el gobierno de Argelia busca formas de frenar nuevas manifestaciones.
El "contagio" es el efecto de una pertenencia cultural común al "mundo árabe", multiplicada por la tecnología de la comunicación, pero también el resultado de una historia económica y social compartida.
Todos los países de la región MONA (acrónimo de Medio Oriente y Norte de Africa) atravesaron a lo largo de los últimos treinta años una etapa de desarrollo económico y social que los llevó al umbral del status de "economías emergentes", integradas según diversas modalidades a la economía mundial, de la misma manera que muchos países asiáticos y latinoamericanos.
Primera crisis emergente Si la crisis financiera del 2008 marcó la declinación de los países ricos, la crisis árabe es la primera crisis sociopolítica de los países emergentes: esta es la razón por cual es seguida de cerca en Pekín, Nueva Delhi, Johannesburgo y Brasilia.
Aun cuando ningún determinismo económico puede dar cuenta de la variedad de situaciones ni, menos aún, predecir el futuro.
"Uno de los puntos comunes entre los países árabes es haber puesto la economía política por encima de la economía", señala Samir Aita, presidente del Círculo de Economistas Arabes y jefe de redacción de la edición en árabe de Le Monde diplomatique . Después de la desco- lonización, el modelo de Estado benefactor se impuso: "se generalizó la educación, la electrificación del campo, las infraestructuras", dice.
Pero las instituciones del Estado fueron rápidamente confiscadas por "sistemas de poder" dinásticos, clánicos o políticos.
"Para mantener la red de clientelismo, acapararon diferentes rentas: la renta petrolera y luego la telefonía, los bienes raíces, el turismo", continua Aita; eso dio lugar al nacimiento de regímenes políticos que él califica como "monarquías no constitucionales" o "repúblicas vitalicias, hereditarias".
En la década de 1990, esos países se lanzaron, siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), a un ajuste estructural, que se tradujo en el deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura. Finalmente, agrega Aita, "un modelo de liberalización económico al estilo de Dubai se impuso, con acuerdos de libre intercambio, énfasis en las zonas francas de producción, convocatoria a las inversiones extranjeras, la especulación inmobiliaria...".
Fue de ese modo que la región MONA conoció un crecimiento promedio del 5% en el período 2000-2010, muy superior al de los países occidentales. Eso sin que las minorías con 30 años en el poder abandonaran su acción depredadora, que, por el contrario, se vio reforzada por la apertura a los intercambios económicos.
"Los ciudadanos pobres de estos países pagan el precio de la corrupción a través de sobrecostos de los proyectos (10% en promedio), de un crecimiento más débil y de barreras a la importación que limitan la competencia y, por lo tanto, el descenso de los precios", observa Fadi Halaut, vicepresidente del Círculo de Economistas Arabes.
"El potencial real de estos países se sitúa alrededor del 7% al 8%", agrega Benedict de Saint-Laurent, consejero científico de Anima, una agencia de promoción de las inversiones en la zona.
Recursos limitados Pero todos estos países no cuentan con las mismas ventajas, lo que se refleja en sus niveles y modalidades de inserción en la economía mundial.
Otro punto en común es que sus recursos son limitados: escasean el agua y las tierras fértiles o cultivables. "El `país útil’ está a menudo limitado al litoral", señala el economista Hakim Ben Hammouda, director de un instituto de la OMC y autor de un libro sobre teorías y estrategias del desarrollo en el Norte de Africa. Algunos disponen del maná petrolero (Argelia, Arabia Saudita, Libia, Yemen) pero deben importar la casi totalidad de los alimentos y bienes de consumo; otros producen una parte de los alimentos para alimentar a su población (Marruecos, Túnez, Egipto), pero deben importar su energía.
En suma, son raros los países de la región que presentan una balanza comercial armoniosamente repartida entre diferentes sectores de actividad.
Esos desequilibrios estructurales, unidos al funcionamiento del sistema político, no permiten generar un crecimiento suficiente para absorber a los millones de jóvenes educados y calificados, en países que acaban de experimentar su "transición demográfica".
"Egipto, por ejemplo, pasó de una población de cerca de 18,5 millones hacia 1945 a más de 85 millones hoy y se estima que serán 111 millones en 2030. ¡Es como si Francia pasara de 40 millones de habitantes en 1945 a 184 millones en 2010!", observa Saint-Laurent.
La población activa aumenta de 2,2% a 3,7% por año según los países. Algunos pusieron en marcha convenientes políticas de diversificación económica. Pero las industrias (agroalimentarias, textiles) en su mayoría apuntan a la exportación y a funcionar como factorias para terceros, más que estar orientadas hacia un mercado interno muy limitado, aun cuando aparecen intentos de remontar la cadena de valor en el comercio internacional con las automotrices en Marruecos o los componentes y repuestos para la aviación en Túnez.
Pese a esos intentos, la mayoría de los empleos siguen siendo poco calificados y mal pagos.
Es verdad que en Túnez, Marruecos y Egipto, esas diversificaciones hicieron surgir algunas empresas poderosas. "Pero sus estructuras son grupos familiares y verticales, a fin de controlar toda la cadena de valor frenan la capacidad de innovar y el desarrollo del tejido económico", señala Saint-Laurent, por lo cual estas economías sufren los efectos de la falta de pymes, aun cuando el potencial existe.
La dependencia de los mercados mundiales del precio del petróleo, la tercerización industrial, el turismo tornó a los países árabes mucho más sensibles que sus homólogos asiáticos y latinoamericanos al shock de la crisis mundial: se afectaron los precios, el crecimiento se desplomó, las autoridades fueron cuestionadas por una juventud calificada y numerosa.
El "modelo" económico podría no sobrevivir: no es seguro que las reservas financieras de los estados petroleros y la mano de hierro de las autoridades a cargo serán suficientes para resistir. En tanto se barajan las alternativas.
Mirando al modelo turco Las miradas de la juventud árabe se dirigen menos hacia Irán y sus mollahs que hacia Turquía y su transición exitosa. A partir de las mismas premisas, el país llegó a despojarse, por la vía democrática, de un poder clánico militar, se abrió a los mercados internacionales diversificando su industria y remontando la cadena de valor, lo cual le permitió generar una nueva clase de emprendedores dinámicos apoyados a la vez por grandes grupos y un tejido de pymes muy activo a nivel internacional.
Hoy, son los inversores y las empresas turcas los que conquistan los mercados de la región MONA, ya sea en los grandes equipamientos (los aeropuertos de El Cairo, Túnez y Dubai) como en los mercados de bienes de consumo. La reticencia del presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, y de la canciller alemana, Angela Merkel, a abrir las puertas de la Unión europea a Turquía reorientó la estrategia política y económica de este país y de sus empresas hacia los antiguos súbditos del Imperio Otomano. También suscribieron acuerdos de libre comercio Marruecos, Siria y Jordania.
Europa ha sostenido hasta el final a poderes moribundos cuyas rivalidades nacionalistas hicieron fracasar la Unión para el Mediterráneo. Perseveró en este error histórico descuidando a aquellos que bien podrían diseñar la renovación del mundo árabe.
nota original
Después de la descolonización se sentaron las bases de un Estado benefactor. Pero las instituciones del Estado pronto fueron confiscadas por clanes y dinastías. El modelo forjado en los 90 combina ajuste estructural y gran apertura económica.
El gran fantasma de los gobiernos hoy es el efecto contagio. Bajo el signo del miedo al contagio es que el rey Abdallah II de Jordania cambió al primer ministro, el presidente Assad de Siria anunció reformas políticas y el gobierno de Argelia busca formas de frenar nuevas manifestaciones.
El "contagio" es el efecto de una pertenencia cultural común al "mundo árabe", multiplicada por la tecnología de la comunicación, pero también el resultado de una historia económica y social compartida.
Todos los países de la región MONA (acrónimo de Medio Oriente y Norte de Africa) atravesaron a lo largo de los últimos treinta años una etapa de desarrollo económico y social que los llevó al umbral del status de "economías emergentes", integradas según diversas modalidades a la economía mundial, de la misma manera que muchos países asiáticos y latinoamericanos.
Primera crisis emergente Si la crisis financiera del 2008 marcó la declinación de los países ricos, la crisis árabe es la primera crisis sociopolítica de los países emergentes: esta es la razón por cual es seguida de cerca en Pekín, Nueva Delhi, Johannesburgo y Brasilia.
Aun cuando ningún determinismo económico puede dar cuenta de la variedad de situaciones ni, menos aún, predecir el futuro.
"Uno de los puntos comunes entre los países árabes es haber puesto la economía política por encima de la economía", señala Samir Aita, presidente del Círculo de Economistas Arabes y jefe de redacción de la edición en árabe de Le Monde diplomatique . Después de la desco- lonización, el modelo de Estado benefactor se impuso: "se generalizó la educación, la electrificación del campo, las infraestructuras", dice.
Pero las instituciones del Estado fueron rápidamente confiscadas por "sistemas de poder" dinásticos, clánicos o políticos.
"Para mantener la red de clientelismo, acapararon diferentes rentas: la renta petrolera y luego la telefonía, los bienes raíces, el turismo", continua Aita; eso dio lugar al nacimiento de regímenes políticos que él califica como "monarquías no constitucionales" o "repúblicas vitalicias, hereditarias".
En la década de 1990, esos países se lanzaron, siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), a un ajuste estructural, que se tradujo en el deterioro de los servicios públicos y de la infraestructura. Finalmente, agrega Aita, "un modelo de liberalización económico al estilo de Dubai se impuso, con acuerdos de libre intercambio, énfasis en las zonas francas de producción, convocatoria a las inversiones extranjeras, la especulación inmobiliaria...".
Fue de ese modo que la región MONA conoció un crecimiento promedio del 5% en el período 2000-2010, muy superior al de los países occidentales. Eso sin que las minorías con 30 años en el poder abandonaran su acción depredadora, que, por el contrario, se vio reforzada por la apertura a los intercambios económicos.
"Los ciudadanos pobres de estos países pagan el precio de la corrupción a través de sobrecostos de los proyectos (10% en promedio), de un crecimiento más débil y de barreras a la importación que limitan la competencia y, por lo tanto, el descenso de los precios", observa Fadi Halaut, vicepresidente del Círculo de Economistas Arabes.
"El potencial real de estos países se sitúa alrededor del 7% al 8%", agrega Benedict de Saint-Laurent, consejero científico de Anima, una agencia de promoción de las inversiones en la zona.
Recursos limitados Pero todos estos países no cuentan con las mismas ventajas, lo que se refleja en sus niveles y modalidades de inserción en la economía mundial.
Otro punto en común es que sus recursos son limitados: escasean el agua y las tierras fértiles o cultivables. "El `país útil’ está a menudo limitado al litoral", señala el economista Hakim Ben Hammouda, director de un instituto de la OMC y autor de un libro sobre teorías y estrategias del desarrollo en el Norte de Africa. Algunos disponen del maná petrolero (Argelia, Arabia Saudita, Libia, Yemen) pero deben importar la casi totalidad de los alimentos y bienes de consumo; otros producen una parte de los alimentos para alimentar a su población (Marruecos, Túnez, Egipto), pero deben importar su energía.
En suma, son raros los países de la región que presentan una balanza comercial armoniosamente repartida entre diferentes sectores de actividad.
Esos desequilibrios estructurales, unidos al funcionamiento del sistema político, no permiten generar un crecimiento suficiente para absorber a los millones de jóvenes educados y calificados, en países que acaban de experimentar su "transición demográfica".
"Egipto, por ejemplo, pasó de una población de cerca de 18,5 millones hacia 1945 a más de 85 millones hoy y se estima que serán 111 millones en 2030. ¡Es como si Francia pasara de 40 millones de habitantes en 1945 a 184 millones en 2010!", observa Saint-Laurent.
La población activa aumenta de 2,2% a 3,7% por año según los países. Algunos pusieron en marcha convenientes políticas de diversificación económica. Pero las industrias (agroalimentarias, textiles) en su mayoría apuntan a la exportación y a funcionar como factorias para terceros, más que estar orientadas hacia un mercado interno muy limitado, aun cuando aparecen intentos de remontar la cadena de valor en el comercio internacional con las automotrices en Marruecos o los componentes y repuestos para la aviación en Túnez.
Pese a esos intentos, la mayoría de los empleos siguen siendo poco calificados y mal pagos.
Es verdad que en Túnez, Marruecos y Egipto, esas diversificaciones hicieron surgir algunas empresas poderosas. "Pero sus estructuras son grupos familiares y verticales, a fin de controlar toda la cadena de valor frenan la capacidad de innovar y el desarrollo del tejido económico", señala Saint-Laurent, por lo cual estas economías sufren los efectos de la falta de pymes, aun cuando el potencial existe.
La dependencia de los mercados mundiales del precio del petróleo, la tercerización industrial, el turismo tornó a los países árabes mucho más sensibles que sus homólogos asiáticos y latinoamericanos al shock de la crisis mundial: se afectaron los precios, el crecimiento se desplomó, las autoridades fueron cuestionadas por una juventud calificada y numerosa.
El "modelo" económico podría no sobrevivir: no es seguro que las reservas financieras de los estados petroleros y la mano de hierro de las autoridades a cargo serán suficientes para resistir. En tanto se barajan las alternativas.
Mirando al modelo turco Las miradas de la juventud árabe se dirigen menos hacia Irán y sus mollahs que hacia Turquía y su transición exitosa. A partir de las mismas premisas, el país llegó a despojarse, por la vía democrática, de un poder clánico militar, se abrió a los mercados internacionales diversificando su industria y remontando la cadena de valor, lo cual le permitió generar una nueva clase de emprendedores dinámicos apoyados a la vez por grandes grupos y un tejido de pymes muy activo a nivel internacional.
Hoy, son los inversores y las empresas turcas los que conquistan los mercados de la región MONA, ya sea en los grandes equipamientos (los aeropuertos de El Cairo, Túnez y Dubai) como en los mercados de bienes de consumo. La reticencia del presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, y de la canciller alemana, Angela Merkel, a abrir las puertas de la Unión europea a Turquía reorientó la estrategia política y económica de este país y de sus empresas hacia los antiguos súbditos del Imperio Otomano. También suscribieron acuerdos de libre comercio Marruecos, Siria y Jordania.
Europa ha sostenido hasta el final a poderes moribundos cuyas rivalidades nacionalistas hicieron fracasar la Unión para el Mediterráneo. Perseveró en este error histórico descuidando a aquellos que bien podrían diseñar la renovación del mundo árabe.
nota original
Comentarios
Publicar un comentario