Dónde está el dólar

Ahora que el 2010 está a próximo a finalizar vuelve a quedar en evidencia la incapacidad de la mayoría de los economistas para pronosticar. El año va a cerrar con un crecimiento superior al 8 por ciento, que duplica con creces casi todos los vaticinios que se realizaron al terminar 2009. Un año atrás, la visión más optimista era la de Miguel Bein, que auguraba un alza del PBI del 4,8 por ciento. El resto, bien por debajo: Ricardo Delgado, de Analytica, esperaba un aumento de apenas el 2 por ciento; Miguel Kiguel, de Econviews, 2,5 a 3 por ciento; Javier Finkman, del HSBC, el ex viceministro Orlando Ferreres y Rogelio Frigerio, de Economía & Reigones, 3 por ciento; Miguel Angel Broda, 3,5 a 4 por ciento, y el ex secretario de Hacienda Mario Brodersohn 4 por ciento. Se quedaron muy cortos.
También erraron feo, pero en este caso por exceso, respecto de la cotización del dólar. Según Broda y Brodersohn el dólar iba a estar en estos días en 4,20 pesos. Kiguel lo veía en 4,30. Eduardo Fracchia, del IAE, lo ubicaba en 4,30. Carlos Melconian en 4,50. Y para Ferreres el promedio del año sería 4,60, es decir, no menos de 5 pesos ahora. El único que anduvo cerca fue Bein, que anticipó 4,05 para fin de 2010.
Si nada brusco sucede en lo que resta de diciembre, el año va a concluir con un incremento del dólar inferior al 5 por ciento, que en un contexto de inflación de 20-25 por ciento implica que la economía se encareció en dólares entre un 15 y un 20 por ciento. Con esos datos a la vista no es extraño escuchar advertencias sobre atraso cambiario y su efecto dañino para la competitividad, como los que señaló la consultora Ecolatina en su informe del lunes pasado: “La combinación de elevada inflación y tipo de cambio cuasi-fijo sigue limando la competitividad cambiaria. Se prevé que a fines de 2011 el tipo de cambio real con el dólar volverá a niveles de 2001”.
Sin embargo, lo verdaderamente relevante no es la relación entre el peso y el dólar sino la paridad real entre la moneda local y la de todos los países que comercian con la Argentina. Y eso se mide mediante un indicador conocido como tipo de cambio real multilateral (TCRM), que toma en cuenta de manera ponderada por participación en el intercambio, las cotizaciones y los respectivos niveles de precios.
La pregunta apropiada es, entonces, ¿qué pasa con el TCRM? La respuesta es muy diferente si se atiende al cálculo oficial, que elabora el Banco Central, o al de las consultoras privadas. Para la entidad que preside Mercedes Marcó del Pont, tomando como base 100 para diciembre de 2001, el TCRM fue en octubre pasado 286, que equivale a un 150 por ciento más que el promedio de la Convertibilidad. De acuerdo con esos números, ese indicador clave para la economía, lejos de estar atrasado, está cerca de su techo histórico. El finado ex canciller Guido Di Tella diría que el país tiene un tipo de cambio real multilateral “recontraalto”.
Pero lo que para el Banco Central es 286, para Ecolatina es 177. Semejante diferencia se explica por el simple hecho de que el organismo oficial toma en cuenta en la elaboración del indicador la inflación que registra el Indec, mientras que la consultora asume su propia medición de precios. En otras palabras, para el Banco Central el nivel de precios en pesos, y por derivación el nivel de precios en dólares, está muy subestimado.


Es obvio que la tergiversación es la del Banco Central, que al tomar los datos falsos del Indec contamina sus cálculos. Cualquiera que haga las cuentas en base a datos reales llegará a números similares a los de Ecolatina. Por ejemplo, en la medición del blog elhombrecitodelsombrerogris.blogspot.com el TCRM de octubre fue 170, sólo 7 menos que la citada consultora. Tanto los números de la consultora como los del blog eran coincidentes con los del Banco Central hasta fines de 2006; la divergencia se dio a partir de 2007, cuando el Gobierno comenzó a manipular el índice de inflación.
(Queda claro que las consultoras privadas no demuestran eficacia a la hora de pronosticar. Pero miden precios y tipo de cambio mejor que el Indec.)
De todas maneras, un TCRM ubicado un 70 por ciento por encima de diciembre de 2001, es indiscutiblemente competitivo. Algo que puede ser verificado por tres vías alternativas:
- La balanza comercial de enero a octubre arrojó un superávit de 11.426 millones de dólares, que aunque inferior al de igual período del año pasado (14.453 millones) sigue siendo enorme.
- Las reservas del Banco Central continúan subiendo y ya rozan los 52.000 millones de dólares, a pesar de que se utilizaron alrededor de 6.000 millones para cancelar deuda.
- Los salarios en dólares de la industria están en línea con Brasil.
Claro está que el mantenimiento de un TCRM competitivo tiene como una de sus causas fundamentales la revalorización del real brasileño, país al que se le exporta una quinta parte del total y del que se importa poco menos que un tercio: en los ocho años de la gestión del presidente Lula el dólar en Brasil bajó de 3,44 a 1,68, mientras que en ese mismo período en la Argentina pasó de 3,25 a 4 pesos. Y en este sentido no hay nada demasiado bueno que se pueda esperar. Lula declaró días atrás que “nosotros no queremos devaluar el real pero tampoco queremos que nuestra moneda quede muy valorizada en relación al dólar”.
Tampoco habría que temer algo muy malo, ya que Lula también descartó la devaluación. Pero, ¿y si sucediera? En el Ministerio de Economía hicieron algunas simulaciones que los dejaron bastante tranquilos: resulta que por cada 15 centavos de alza del dólar en Brasil, las exportaciones argentinas a ese destino caerían 750 millones de dólares en el año (sobre un total de aproximadamente 14.000 millones), pero por cada punto porcentual de aumento del PBI brasileño las exportaciones argentinas subirían 540 millones.
Hoy en día el tipo de cambio no plantea ningún problema serio, ya que sigue siendo competitivo. El problema se plantea hacia adelante, dado que en la trayectoria se observa que los precios volverán a subir más que el dólar (y, tal como se señaló, es muy poco probable que Brasil contribuya apreciando su moneda). De acuerdo con los supuestos con que Amado Boudou elaboró el proyecto de Presupuesto 2011, el dólar a fin de año cotizará a 4,20, lo que representa un aumento de sólo un 5 por ciento, muy por debajo de la inflación esperada. Si bien es cierto que las previsiones presupuestarias oficiales sobre crecimiento e inflación han quedado sistemáticamente desbordadas por la realidad, la estimación del dólar ha sido siempre bastante acertada. Por ejemplo, para 2010 se calculó un dólar promedio de 3,95, lo que implicaba una cotización para fin de año apenas por arriba de los 4 pesos.
El tipo de cambio sigue teniendo colchón, pero está en vías de dejar de ser lo suficientemente mullido como para descansar despreocupadamente.


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